101. Fugacidad
Jean François Giroux dobló la esquina hacia la Rue de la Vie y se hizo mayor. Esa mañana había amanecido bajo una llovizna insistente que decoloraba las fachadas de los edificios. Jean François abrió el paraguas y prosiguió su andar con una cierta prisa, sin darse cuenta de que a cada paso le crecían los pies y el suelo le quedaba más lejos. La calle estaba mojada y vacía, y por un instante dudó si era demasiado temprano para dar aquél paseo. Levantó la mirada de los adoquines para medir el camino que aún debía recorrer, aunque por más que intentaba hacer memoria, no recordaba adonde iba. No fue hasta haber recorrido un breve trecho cuando, sin motivo aparente, giró la cabeza y miró detrás suya, como si echara en falta algo. Su sombra, mientras tanto, regresaba camino de la escuela.