SEP51. Y COMIERON PERDICES, de Yolanda Nava
El final de mis cuentos infantiles me lanzaba a los brazos de Morfeo con una promesa de felicidad eterna. Lo que menos me gustaba eran las perdices que acompañaban la dicha prometida, llegado el momento las cambiaría por mis alimentos favoritos: uvas, fresas, cerezas…
El tiempo pasó y en mi mesa no hay fruta ni perdices; la llenan latas de cerveza y ceniceros repletos de colillas. A mi lado ronca el último príncipe que me rescató en un antro oscuro y lúgubre la otra noche, la habitación de la pensión que compartimos no se parece a los palacios de mis cuentos y ya no tengo aspecto de princesa; los excesos de mi vida nocturna han ajado mi piel, y las escasas visitas del dios del sueño han colocado profundas sombras debajo de mis ojos.
Algunas noches antes de tomarme las pastillas, la niña que aún habita en mi interior me lanza pedacitos de recuerdos, mi paladar se llena durante un instante leve como un parpadeo, de un sabor dulce e intenso, como de fruta madura.
Buena y triste historia de princesas perdedoras, que mientras esperan que en algún momento la vida le sonría.Mientras, solo los recuerdos infantiles son su alegría.
Suerte Yolanda, me gustó tu historia.
Gracias Enmascarado por tu comentario.
Desilusionada historia de una vida. Contrasta el jugoso recuerdo de una infancia feliz. ¡Qué pena que los sueños y los cuentos no se hagan realidad! Muy bien contado, Yolanda. Has conseguido ponerme triste. ¡Te parecerá bonito! 🙂
A quien nunca desilusionas es a tus lectores.
Una historia muy creativa para incluir «como fruta madura». Te lo tendrán que poner más difícil para octubre (para tí que sean «Cuatro o cinco extrellas»).
No te imagino triste Petra, la tristeza parece ajena a ti.
Agradezco un montón tus comentarios tan cargados siempre de generosidad.
Gracias y un abrazo.
Narras muy bien la tristeza. Sí, los deseos a veces no se cumplen…
Historia de sueños rotos y tristemente bien real. Me ha gustado mucho.
Mei, Magdalena, me encanta teneros por aquí.
Agradecida por vuestras palabras.
Besos para ambas.
Sí, los cuentos a medida que crecemos se van haciendo más crudos, quizá la realidad los atrape y les haga perder la inocencia que un día tuvieron.
Saludos.
Hola Yolanda:
Me ha gustado mucho tu micro. Es triste, pero conserva esa pequeña dosis de esperanza en los recuerdos de la niñez.
Yo soy de la opinión de que no hay que perder la inocencia, y cuidar mucho a la niña que llevo dentro.
Un abrazo.
Te felicito por ese cuidado de «tu parte niña», sin duda la inocencia es un tesoro que escasea.
Abrazos remotos.
Triste pero bueno.
El final encierra una esperanza.Siempre hay una esperanza.
Bonitas metáforas y mucha sensibilidad y buen hacer. Suerte.
Gracias Antonia, sí, la esperanza es una llama que debemos avivar.
Saludos.
Los recuerdos son la mejor medicina para la tristeza crónica. Me ha gustado tu historia.
Un saludo
Paloma Hidalgo.
Gracias por tu valiosa opinión.
Saludos.
Qué pena de destino, Yolanda, aunque quizá esa fruta madura la haga un día reaccionar y empezar de nuevo. Felicidades, me ha gustado mucho.
Pues sí, hay vidas así, pero mientras quede un poquito de esperanza seguro que merece la pena seguir.
Abrazos.
Me ha encantado tu forma tan elegante y poética de relatar la vida de tu protagonista. Si no es la que deseaba, sí es la que ha escogido. Yo creo que esa niña que habita dentro de ella resurgirá, más tarde o más temprano. Precioso micro, como siempre.
Un abrazo Amparo y gracias por tu tiempo.
Descarnada historia de una vida que se aferra a los recuerdos felices de su infancia para poder seguir viviendo.
Muy bien contada, Yolanda.
Besos.
Gracias MJ, a menudo la infancia es una fuente de gratos recuerdos.
Saludos.
Vamos a pensar que esos recuerdos, más adelante, tengan más fuerza que todo lo demás, y su vida gire, a mejor, por lo menos ciento ochenta grados. Suerte.
Gracias por tu comentario.
Un saludo.
El sabor dulce de esa vida tan deseada nunca la abandonará. El pasado se alimenta con buenos recuerdos, y el futuro con la esperanza.
Me ha gustado tu historia, Yolanda. Enhorabuena pro el relato.
Un abrazo.
Un abrazo también para ti Sara.
Un relato que lamentablemente progresa hacia la decadencia. Buen cambio desde las perdices pasando por los ceniceros, el insomnio, las pastillas y al final lo único que a veces nos queda: en el caso de la esccritora la imaginación, en el caso del personaje la esperanza.
Un abrazo.
Sí Susana cada persona tiene su tabla particular de salvación, el caso es tener alguna.
Saludos.
Muy tierno, mucho.
Triste también, no siempre la vida es bella.
Un abrazo
Desde luego, desgraciadamente tiene dos caras.
Un abrazo.
Cuántas veces nos rescata el niño que hemos sido, ¿verdad? y cuando nos sentamos a esperarle en las ojeras, a la sombra de nuestros ojos, viene corriendo a rescatarnos.
¡Suerte!
Belén
Pues sí, yo creo que por suerte esa inocencia no desparece nunca.
Gracias por tu comentario, Belén.
Triste historia de princesa sin palacio. Me gusta como recreas esa vida gris que le ha tocado, mientras sigue soñando con la otra. Muy bueno, Yolanda.
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Un placer contar con tu opinión Miguelángel.
Saludos.
Real y triste.
Cuánta princesa destronada habita los pasadizos de la noche y las esquinas de la soledad.
Precioso relato, Yolanda.
Sí Isabel esta vida priva a muchos seres de su cara más amable.
Gracias por acercarte a mi historia.
Triste dicen por arriba?, bueno a mí me parfece sereno, de aceptación de las propias circusntancias buscadas encima. Es un relato que pese a la cfrudeza se hace tierno, esta muy bien conseguido, sin ser ni lacrimógeno ni descriptivo. Mezclas bien realidad y recuerdos, me gusta el estilo y el contenido poco habitual de hacer protagonista a un no-triunfador. enhorabuena y gracias por recordarnos que todos llevamos un niño dentro, a veces egoista, a veces inocente, y siempre con un halo de felicidad aunque sea ya lejana.
Interesante tu lectura María y tiene mucho de acertada. Gracias por tu visita.
Un fuerte abrazo.
Yolanda, tu relato me ha sumergido en una peli italiana o española que más da, en blanco y negro, donde la decadencia del hombre y de la mujer están parejas.
Muy visual y emotivo.
Un beso
Sí, ciertamente el color no abunda en esta historia.
Gracias por tu tiempo.
Saludos.
Yolanda, de lo mejor que te he leído. Me ha encantado pero me deja un poso negro difícil de limpiar. Volver a ser un niño, tener a nuestro alcance cualquiera de nuestros sueños, y tirar por la ventana los ceniceros llenos de colillas, las pastillas, los príncipes y las putas perdices. Mucha suerte, gran relato. Un abrazo.
Gracias Mar por acercarte y opinar.
Un fuerte abrazo.
Yolanda, me ha gustado como has expresado el contraste entre los recuerdos de la infancia y los desengaños del presente. La niña es una rebelde – no le gusta el final feliz de los cuentos, siempre trata de cambiarlo a su gusto; en la vida hace lo mismo, elige una vida de excesos, pero las consecuéncias son duras. ¡Felicidades!
Gracias Nicoleta, sí la realidad no suele ser como la imaginamos aunque hay que luchar para que se parecezca lo máximo posible.
Un abrazo.
Es la vida misma Yolanda. Todas tenemos en nuestro interior algún momento de tu protagonista… Muy bello. Un beso.
Gracias por pasarte por aquí Mer.
😉
Buena mezcla de realidad y recuerdos, de aceptación de lo que se es con la ayuda de los recuerdos de la niñez, su vida es así sin más adornos.
Suerte
Besitos
Gracias Elysa, encantada con tu visita.
En algún momento de nuestras vidas deseamos volver a esa niñez que de alguna manera habita dentro de nosot@s. Muy bello Yolanda
Gracias fina!