92. Vuelos (Patricia Collazo)
Paloma creció en un alféizar. Su madre la dejó una tarde sentada en la trona mirando hacia afuera para que se entretuviera. Era día de limpieza general. Una cosa llevó a la otra: quitar cortinas, sacudir alfombras, pasar en la oficina ocho horas diarias, limpiar alacenas, bajar la ropa de verano, embolsarla con naftalina para volverla a subir, planificar la cena de Nochevieja, tener a los mellizos, preparar las comidas para la semana…
Cuando se quiso acordar, Paloma tenía dieciocho años, tonteaba con el chaval del puesto de flores de la esquina, y se negaba a ir a dormir al cuarto.
Su madre no podía creer que esa beba regordeta que había sido hasta hacía nada, se hubiera convertido en una adolescente monosilábica.
Algo he hecho mal, se repetía cuando olía a tabaco o se encontraba con el florista semidesnudo en su pasillo de madrugada.
Al final, Paloma consiguió alféizar en un piso compartido con una cantidad insondable de jóvenes.
Vuelve a casa los domingos. Se lleva los tupers y cambia ropa sucia por limpia.
La madre la despide procurando no hacerle recomendaciones. El nudo en su estómago se acentúa cuando entra en la sala y ve su alféizar vacío.
Patricia me gusta tu micro, tan cercano, tan real. Estamos tan ocupados de acá para allá que un buen día nos percatamos de que nuestro bebe regordete o flacucho nos llega por el hombro o nos pasa una cuarta. Felicidades
Gracias, Dolores. Es cierto, de pronto te das cuenta de que tienes que empezar a mirarlos hacia arriba… Un saludo
Hola, Patricia.
Lo que es una madre y lo que es una madre concernida de lleno por el día a día. Vuelan las jornadas, el calendario, los años, y hete aquí que la nenita regordeta se ha convertido en una adolescente especializada en los monosílabos, quizá adormecidos, como canta Luis Eduardo Aute en «Siento que ye estoy perdiendo». Nos metes en el trabajo infatigable de esa mujer, sudamos con ella, sentimos ese transcurrir en un suspiro del tiempo. Y sentimos esa nostalgia que ella siente ante la pérdida casi al completo de su hija. Enhorabuena. Y un beso muy fuerte.
Muchas gracias por pasarte por aquí y por tu generoso comentario. Un beso
Muy bueno Patricia! Besos!
Gracias, guapa! Besos
Hola Patricia,
Me ha encantado tu cuento. La capacidad de condensación de una vida entera en un micro, el simbolismo del alféizar, el ritmo y lo bien escogidas que están las palabras que lo conforman. Y, por supuesto el mensaje, que bien cuentas esa sensación de «se nos ha pasado». Sí, el tiempo vuela.;)
Un saludo
Mónica Rei
¡Gracias, Mónica! Es cierto, el tiempo se nos pasa sin darnos cuenta
Patricia, coincido con los comentarios; buen relato y fenomenal forma de contarlo. Suerte y saludos
¡Muchas gracias, Calamanda! Un saludo
Hola Patricia. Así es, queremos atender y llegar a todo y eso, además de suponer un esfuerzo enorme, nos impide asimilar lo que sucede a nuetro propio lado.
Un abrazo, y mucha suerte.
Muchas gracias, Álvaro. Un gusto recibir tu visita. Un abrazo
¿Dónde iba a crecer mejor que en un alféizar, llamándose Paloma? Este relato es puro detalle cotidiano y, en cambio, está lleno de magia. Muy bueno, Patricia!
Suerte y abrazo,
Me alegra que te guste, Anna. Y recibir estas palabras tan bonitas. Otro abrazo para ti.
Tendrías que decir Siempre Generoso Juan. Creo que exageras, pero me encanta tener tu pasión y tu voto, Juan. Abrazos
Me encantó, PATRICIA. Está muy bellamente contado eso que los psicólogos han dado en llamar «El síndrome del nido vacío». Y por otro lado, no es cualquier nombre el de la hija de nuestra narradora; no por nada decía Galeano que el nombre funda 😉 …
Cariños,
Mariángeles
Gracias Mariángeles!! Es cierto, el nombre no es casual. Un abrazo fuerte
Qué buen relato, Patricia. Llamativa la frase de inicio, que te precipita a esa biografía apresurada de Paloma, la niña que creció en un suspiro, como dicen tantas madres sobre sus hijos. Y que luego, como correspondía a su nombre y por ley de vida, voló. Besos y suerte.
Muchas gracias, Ana. Un abrazo
Un relato lleno de magia pero también de realidad.
De libro.
Enhorabuena!
Gracias, Yolanda. No sé si de libro, pero me alegra que te guste. Un abrazo
Me parece genial que saques una historia con tanto fondo de lo que podría ser un planteamiento sencillo. Me siento identificada con esa madre que contempla el alféizar vacío, sorprendida de lo rápido que ha pasado su vida.
Enhorabuena, Patricia.
Muchas gracias, Asun. Parece que este relato hace que muchos nos sintamos identificados. Un abrazo
Un texto, no, un textazo… ¡muy muy bueno, Patri!
¡Gracias, Dominique! Tú me lees con buenos ojos… Un abrazo
Una preciosa historia cotidiana de madre e hija. Volar, con parada en los alfeizares de la vida.
Abrazos marinos
Hola, María. Me gusta esa lectura de los alféizares de la vida. Muchas gracias. Un abrazo
Una frase que le atribuyen a Lennon viene a decir que «la vida es aquello que sucede mientras estamos en otras cosas». Esa madre atareada y entregada apenas tiene tiempo para pararse a meditar en algo tan inevitable, pero no siempre tan evidente, como que el tiempo pasa, que todo se transforma, en especial quien más queremos, impulsados por un motor que nadie puede parar, en una rueda de la que nadie escapa. Caer en la cuenta de lo que el paso de semanas, meses y años han hecho con su hija, mientras ella estaba tan distraída que le ha parecido un suspiro, es un varapalo que ha de asumir, pero nunca es fácil. Esa adolescente monosilábica, el cambio de ropa sucia por limpia y tantos otros detalles llenan tu relato de una humanidad a la que nadie puede ser ajeno.
Un abrazo y suerte, Patricia
Es cierto, puede que sea un varapalo, pero como dicen por aquí «es lo que hay», es algo de lo que no se puede escapar. Muchas gracias por tu comentario siempre tan valioso, Ángel.
Un abrazo
Patricia, qué bien nos has contado lo rápida que pasa la vida y lo mucho que duele ese nido vacío cuando alzan el vuelo.
Hermoso relato.
Besos apretados.
Muchas gracias por pasarte y comentar, Pilar. Besos para ti también
La vida, pasa y se repite…se repite y pasa la vida.