44. AUSENCIA TOTAL
Un dolor turbio, acompañado por una angustia creciente, se había instalado en el corazón de la madre. Había pedido ayuda, consejos o al menos indicios del futuro, de un horizonte con años pero, tras esperar en vano, se consideró ausente, impedida al no percibir señales. Solo encontró sensaciones de mínimas ilusiones dentro de un oscuro abismo de sufrimientos.
Volvió, una vez más, a elevar los ojos sin brillos, hacia el cielo y un llanto premonitorio forzaba por nacer. Surgió una recia mueca en su rostro, en su boca transformada en horrible candado, que mostraba sus penurias y su repetido clamor por más vida. Un entretejido de perdones y lamentos, se exhibió en sus labios tensos, teñidos de imposibles.
Esa noche cruzó una mirada con su hijo yaciente y el espanto aumentó. Él, de pronto se serenó al refugiarse, sin respirar, allá, en paz total. Ella, una vez más imploró a las alturas invisibles y esperó.
Desahuciada e inmóvil, sin razones para vivir, intentó llorar sin llanto y un grito herido e insultante quedó atrapado entre sus dientes, con ahogos repetidos e inútiles.