Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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UNA INSPIRACIÓN… ¿DIVINA?

…me reconozco lamentablemente dócil, maleable. Veo ese mar implacable y deolado, tan orgulloso de su espuma y de su coraje, apenas mancillado por gaviotas ingenuas,casi irreales, y de inmediato me refugio en una irresponsable admiración. Pero después, casi en seguida la admiración se desintegra, y paso a sentirme tan indefenso como una almeja, como un canto rodado. Ese mar es una especie de eternidad. Cuando yo era niño, él golpeaba y golpeaba, pero también golpeaba cuando era niño mi abuelo, cuando era niño el abuelo de mi abuelo. Una presencia móvil pero sin vida. Una presencia de olas oscuras, insensibles. Testigo de la historia, testigo inútil porque no sabe nada de la historia. ¿Y si el mar fuera Dios? Un testigo insensible. Una presencia móvil pero sin vida.

MARIO BENEDETTI. La tregua, 1959.

3 Responses

  1. kistila

    si Benedetti había sido un concursante le habría dicho que lea todos los relatos de este sitio para darse cuenta cuanta vida hay debajo de los mares…

    dice: «Un testigo insensible.Una presencia móvil pero sin vida.»… compara el mar con Dios, me temo le tenga de dar la razón relativamente a Dios, pero no se la doy en absoluto relativamente al mar…

  2. Anonymous

    Si yo fuera mar, le pediría a Dios, que me hiciera calmo, cristalino, suave… desde el extremo de una de las cuerdas de la vida. Fuerte, vigoroso y rugiente desde el extremo contario. Llevar ríos de agua dulce, fría y caliente. Ser padre de peces, de barcos y de hombres. Dar una muerte dulce a los suicidas irredentos y colocar delicadamente en una roca a los indecisos. Parezco móvil e empasible pero nadie sabe las lágrimas que en silencio vierto. Y ese Dios que parece que mira a otro lado, es un fantasmilla, da la espalda como si estuviera impasible pero mira de reojo. Nos conocemos desde siempre y como los dos peinamos canas, sabemos que todo tiene sentido y ¡tanto sufrimos, reimos y lloramos! que nos reencarnamos todos los días en el fondo insondable, negro sin necesitar luz para guiarlos a todos los pardillos, todos vosotros, pobrecitos humanos que sois parte estrella, parte agua, nuestros propios hijos tan engreidos, tan poderosos pero que a la mínima que yo grito todos levantan la mirada al cielo y buscan al Jaungoikoa.

  3. Anonymous

    Me reconozco en el mar. Cuando chiquito débil, tembloroso y otrahora cabezón y chillón. Cuando jóven imberbe, lánguido y otrahora valiente, impetuoso, irreflexivo. Cuando recién casado y padre temeroso, alicaído y otrahora exultante, virtuoso, invencible. Cuando maduro un poco decepcionado, apaleado, roto y otrahora consecuente, orgulloso, paciente. Cuando maduro lloro de nostalgia porque a alguien he perdido, repaso mis olas y otrahora soy más valiente que nunca, creo, amo, espero y confío.
    El mar se reconoce en mí, pronuncia mi nombre, me llama, me reclama, se viste con hermosas y grandes colas llenas de espuma, gira y con un taconazo las lleva hasta el otro lado del malecón. Cuando llueve se pone la gabardina gris y las manoplas de rayos y llama al niño que fuí. Me escapo y me busca y persigue y cuando me encuentra escondido y besando a una sirena se hace el distraído. A la noche, escribe mi nombre en la arena y la marea celosa lo borra, así, asi… suavemente. Entonces le miro, con compasión, dulzura y amor le contesto: ¿Qué quieres, padre?… ¿amor?… aquí lo tienes, a tus pies, en tus manos. Ahora tú y yo, vamos a relajarnos, solo mirar la luna, sentir la brisa. Dáme tu mano y ten la mía.

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