65. ATARDECERES EN EL LAGO (Isidro Moreno)
Cada tarde, sentada al borde del embarcadero, con los pies colgando, veo ponerse el sol tras la montaña. Los reflejos sobre el agua del lago, el color del crepúsculo y la melancolía que me inunda, hace que cada tarde, ante tan insinuante pose de suicida atormentada, se me acerquen, como moscas, buenos samaritanos, curiosos o ligones. A veces son realmente apuestos los que se me pegan y entonces, con ellos, alargo la conversación y el rato mágico de la tarde.
Ya no quedo con mis amigas. Ligo mucho más al borde del embarcadero que en los paseos pueblerinos viendo las mismas caras día tras día. ¡Dónde va a parar!
Hoy ha sido desconcertante pues he visto, de reojo, a un guapo joven que hablaba con unos señores de blanco y señalaba hacia mí. Al rato han venido esos hombres de bata blanca y me han puesto la camisa con correas de la que no puedo zafarme.
Mañana tendré que escaparme otra vez.
IsidroMoreno
Atardeceres en el lago contados con mucha frescura, que no dejan entrever la camisa de fuerza y bien valen reincidir en la escapada.
Me gustó, ISIDRO.
Un beso,
Mariángeles
Me encanta que te guste. Mil gracias, Mariángeles, por leer y comentar.
Un beso.
Eres único sorprendiendo. Siempre que empiezo a leer uno de tus relatos pienso: ¿qué genialidad se le habrá ocurrido esta vez?
Intento ser fiel (a veces) a la técnica del microrrelato, «… con final sorprendente».
Muchas gracias, Clara, por pasarte por aquí y dejar tu comentario.
Un fuerte abrazo.