82. Secuelas
Los médicos lo achacan al accidente. Resulta que al principio estuve unos días sin notar nada de cintura para abajo, y ahora mis pies, debido seguramente a esa pausa sensitiva, parecen llegar tarde a todo. Es como si la realidad se les fuera mostrando sin previo anuncio de la mente, haciéndolos vivir en continuo desconcierto, sin acabar de entender una situación cuando ya están en otra distinta. De manera que el simple hecho de quitarme los calcetines, con la consiguiente alteración ambiental que eso implica, les pilla por sorpresa. Ni te cuento ya si los meto en el agua, camino sobre piedras o los hundo en la arena. Admito que hay algo de inocencia en su extrañeza, de infantil en su asombro, que me conmueve, y que por ese motivo les suelo prestar más atención de la que debiera. Mi afán por anticipar obstáculos y prevenirles cambios es tan desmedido que a veces me veo hasta dos pasos por delante de ellos. Es solo entonces que tomo conciencia de mi propio desamparo, sintiendo por momentos tal espanto que mis rodillas empiezan a temblar. Confundidas. Y comprendo que he vuelto a olvidarme de ellas.
Me ha parecido muy ingenioso tu enfoque de esta convocatoria. Te deseo mucha suerte. Un saludo.
Muchas gracias, María José. Me alegra mucho tu opinión.
Un abrazo.
Vengo a leerte y nunca defraudas, Enrique. Un placer y una lección, como siempre. Besos.
Generosísima como siempre en tus elogios, maestra. Tú si que no defraudas. Nunca. Besos, Belén.
Enrique, te ha quedado un micro buenisimo, me gusta. Suerte y saludos
Cuánto me alegro de que te haya gustado, Calamanda.
Muchas gracias por todo y saludos.