91. Blanco como el mar
Esos no son mis pies. Están pegados a mis piernas, pero no son míos. Los míos caminan por la playa tras de ti, siguiendo una linterna que nos hace señales. Estos otros cuelgan a dos palmos del agua, pensando si sería mejor resbalar y desaparecer en la negrura de un mar insensible. Mis pies andan rápido. Los tuyos se hunden en la arena. No quieres que nadie nos quite el sitio y cargas con nuestro hijo en brazos. Has pagado. Se han quedado con todo el dinero y me has pedido que les deje usar mi cuerpo para que pueda venir el niño también.
Cierra los ojos, mi vida. Estaré bien.
Esos no son mis pies. Los míos, mojados y fríos, suben a la barca. Que no llore, has dicho poniéndolo en mi regazo. Sus piececitos y los míos temblando juntos. Huérfanos de tierra.
No, no son míos. Mis pies habrían calmado su llanto, habrían luchado cuando alguien lo arrancó de mí. Tú habrías luchado también. Pero tuvimos miedo.
Ya no llora.
Esos no son mis pies, ya no. Los míos saltaron al agua inútilmente. Y los suyos, pequeños, blandos. Silenciosos.
Cierra los ojos, mi vida. Estarás bien.
Anna, me parece tu cuento una tierna y terrible nana; es bello y dinamico. Suerte y saludos