AGO34. SOLEDAD AZUL, de María del Carmen Guzmán Ortega
El joven pensativo de cabellos y barba rizados parece mirar hacia un mundo de aguas profundas donde no se percibe el fondo. Una mano soporta el leve peso de su barbilla y la otra reposa indolente sobre el músculo de una pierna. Sobre la mesa camilla, sobre el paño viejo, lana antigua cosida quizás por una madre amorosa, hay un vaso a medio beber, y más allá un recipiente que hace las veces de cenicero.
La habitación está levemente iluminada por una luz azul que parece emerger de la pantalla de un televisor. La pantalla está vacía de imágenes, pero el joven no lo percibe porque su mirada va más allá, o más adentro, o más abajo, a lo más profundo y gris de sus pensamientos, un fondo abisal. El ambiente es opresivo. No hay ventanas, ni puertas. El tiempo y el espacio han huido del habitáculo. Ni siquiera el calendario que cuelga de la pared es capaz de indicar en qué época del año estamos, ni qué día, ni qué noche. Se adivinan letras exóticas, posiblemente en chino, pero no importa. Lo que realmente importa es la extraña, la insólita soledad de un hombre joven.
María del Carmen, he empezado a leer y me he imaginado al pensador de Rodin incluido dentro de nuestra sociedad y no lo he podido ubicar.
Está fuera de lugar. El relato me ha encantado.
Un beso
Muchas gracias, Epi, sobre todo porque esa era mi intención y tú lo descubriste.
Dime cuál es tu relato.
M Carmen Guzmán
M Carmen, soy Alejandro Pozo y mi relato es Nudismo.
Si no lo lees, no te pierdes nada.
Un beso
Un relato muy directo y real de lo que ocurre con muchos jovenes que han perdido el rumbo y navegan en un mundo de soledades.
suerte Teresita
Que pena que no se disponga de mas palabras, seria un empezar de novela precioso… muy bien plantado
Prisionero de un azul que borra la identidad, lo convierte en la imagen emblemática de la soledad.
Un abrazo.
Gracias, Teresita, Kistila y Nicoleta.
Sí, podría ser el principio de una novela.
Gracias, Ana