03. EN EQUILIBRIO INESTABLE (Rafa Olivares)
En equilibrio inestable soporto con estoicismo y cabizbajo la reprimenda de mamá. Esta vez también tiene razón. El caso es que siempre me hago el propósito de seguir sus consejos, no ir tan alocado, pensar las cosas antes de hacerlas, ser más pausado; pero lo cierto es que pronto lo olvido y vuelvo a las andadas. Mamá, más enojada que nunca, me hace la pregunta directa señalando el objeto de su angustia. Y no sé qué contestarle. Repaso todo lo que hice esta tarde con Javito, los chapuzones en el arroyo, la búsqueda de nidos subidos a los árboles, los saltos de liana en liana, el regreso por el borde de la valla… Pero no, no consigo recordar dónde he podido perder la pierna que me falta.
Una muestra de la vida alocada que llevamos (yo incluido), en donde, la mayoría de las veces no somos conscientes siquiera de lo que hacemos. Y un final con sorpresa.
Rafa, un abrazo y mucha suerte.
Igual perdemos la cabeza que cualquier miembro de nuestro cuerpo. Necesitamos algo más de sosiego.
Gracias, Tom.
Un abrazo.
Relato que te mantiene atrapado hasta el sorprendente final que da todo el sentido a tan excelente título.
Me ha encantado, amigo Rafa.
Mucha suerte.
Un abrazo.
Pablo
Los apuros de un niño ante la justificada reprimenda de su madre.
Gracias, Pablo.
Abrazos.
Siempre escuché a mis mayores decir que los niños tienen un ángel, algo similar a las siete vidas de los gatos. Ahora la infancia no vive tanto en la calle y, desde luego, es mucho más urbana, pero muchos hemos conocido andanzas peligrosas, propias y ajenas, derivadas de algo tan natural como jugar y experimentar, en fusión con el entorno. Vivíamos, sin duda, en un «equilibrio inestable», a veces con consecuencias. Las de tu protagonista, entre lo jocoso, surrealista y un tanto desmedido, dan al relato un toque final lleno de buen estilo.
Un abrazo y suerte, Rafa
Gracias, Ángel, por tu siempre afinado análisis. Si no existieran los querubines habría más afiliados a la ONCE que a la Seguridad Social.
Un abrazo fuerte.
La locura de la infancia, un nivel de adrenalina que los adultos ya hemos olvidado, y el final, un toque surrealista que resalta el universo caótico de la niñez. Gran relato, Rafa, enhorabuena. Un abrazo y feliz verano.
No, no están olvidadas las locuras de infancia; recordarlas nos sirve para escribir relatos.
Gracias, Salvador.
Abrazos y que los calores resulten soportables.
O la historia de un despistado. Del grandísimo despistado, diría yo.
La niñez nos lleva a cometer locuras, a tener la cabeza en otro sitio o la pierna, en el caso de tu protagonista.
Bravo, es genial.
Besabrazos, y suertísima.
La niñez tiene la fortuna de no tener que sujetarse a lógicas físicas, biológicas o matemáticas. Por eso es mágica.
Gracias, Towi.
Besabrazos
rafa, normalmente perdemos las llaves (a mi me pasa), pero como en algún comentario dices, igual perdemos la cabeza, ¡qué no sería de extrañar! Muy buen relato. Suerte.
Besicos muchos.
Sí, el personaje perdió la cabeza. Las llaves se le cayeron después.
Gracias, Nani.
Muchos besicos.
Jajaja. Has transformado una historia cotidiana en un relato «diferente», gracias a ese final loco y diferente.
Me gusta!!!
Un abrazoooo, Rafa.
Feliz de que te haya gustado, Petramparo.
Un abrazo.
¡Qué bueno, maestro!
Me has hecho reír… Ese niño sí que es de los que dan disgustos a las madres…
Se le perdona porque tiene buen corazón.
Gracias, Patricia. Un besazo.
Rafa, qué autentica esa situación en la infancia de un niño así. Y de los niños en general ante las explicaciones que dan a sus madres. Suerte y saludos
¡De lo que no será capaz un niño travieso!
Gracias, Calamanda.
Un beso.