12. Alternativa nº37 para sobrellevar mi fin del mundo (Nota: solo quedan dos más en la lista)
Ayer decidí mudar mi universo a la despensa. Aunque no tiene ventanas —que eso ayuda bastante—, he tenido que sellar la puerta para convertir este espacio en una piscina de galaxias. A ratos la ilumino con una bombilla de sesenta vatios, incandescente, y así juego a ser Dios. Basculando el interruptor paso del día a la luna nueva. Nada que ver con los ocho minutos que los rayos del Sol tardaban en llegar a nuestra terraza y bañar la piel de Yolanda. Esto es inmediato; amarillo, negro y vuelvo al amarillo con el que moldeo su silueta femenina sobre la pared. Orbito mis brazos alrededor de la trayectoria ideada por el filamento, como en el teatro chinesco de un eclipse. Aunque no me queda más remedio que abandonar mi refugio para ir al baño. Preferiría vivir allí —por pura comodidad—, pero es imposible aislarlo por la claraboya del techo. Antes de salir de esta despensa, arranco la cinta americana de las rendijas y me pongo la careta de soldador para protegerme de la luz, de los millones de lúmenes que se cuelan con el ruido callejero. De ese resplandor tan brillante como la oscuridad y que ilumina todo de recuerdos.
Tus relatos son garantía de originalidad y calidad, todo termina en «dad», pero es ver»dad». La historia de este individuo es la de un aislamiento voluntario, pero de lo más entretenido, lo que demuestra que todo depende de cómo se tome uno las cosas. En un espacio reducido juega a ser Dios, crea sombras chinescas y más cosas que seguro que se le ocurren. Está asqueado de su existencia, pero antes de terminar con ella, o de que, de forma natural, le llegue, ha ideado una lista de mundos propios y muy personales para sobrellevar su tiempo hasta que ocurra lo inevitable, como mortal que es.
Un relato muy curioso e interesante (aunque nada de esto acabe en «dad»), Seguro que tiene también alguna relación con la imagen propuesta, aunque a mí se me escape.
Un abrazo y suerte, Asier
Gracias, Ángel. Así es, aunque llevado al extremo, todos buscamos fórmulas para apaciguar el dolor. En este caso he cogido la idea de la sombra de la foto propuesta, y de la luz necesaria para crearla, para montar este relato que de otra manera no hubieses salido igual.
Un abrazo.
En fin, que, te dé la luz o no, vas camino de convertirte en lo que viene llamándose un «literato», uno de esos escritores que, casi como si de la república independiente de su casa se tratase, ofrecen un idioma propio, una visión propia y un mundo propio.
¿Que exagero?
Pues, puede ser, pero creo que no.
Eso sí, tamvién te digo que los poetas pasan hambre… jajaja
*Hummm… buen título para un libro de micros…*
Suerte y enhorabuena, amigo.
Gracias, Salva, no hay más que ver lo delgado que está Benjamín Pardo para comprobar que los poetas comen poco 😉
La verdad es que en ENTC tengo el felpudo de IKEA puesto para escribir cosillas raras de vez en cuando, espero que me perdonéis jajaja
Un abrazo, compañero.
Yo quiero las otras 38 fórmulas para conjurar la ausencia y el dolor. Críptico y brillante, como siempre. Muy fan.
Bueno, pues no se hable más, me pongo a ello! (si será por excusas para escribir micros..). Un beso y muchas gracias por pasarte, meiga.
La imaginación de un niño puede ser tan grande, que es capaz de convertir en realidad sus sueños. Bonito relato. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
En esta caso el niño es el que todos llevamos dentro y que ya de mayores, si nos da por huir del mundo, es capaz de inventarse 39 formas para hacerlo. Un besico para ti también, Nani.