26. COLA DE LAGARTIJA
Un niño juega en el campo. Ha visto lagartijas caminar por la ropa tendida. Intenta atrapar una y se queda con la cola en la mano. Una sábana se ha manchado. La madre, que estaba observándolo desde la casa, sale a regañarlo. Pero ante la expresión temerosa del niño cambia de idea.
—Mira al trasluz, hijo. En las manchas han aparecido elefantes. Éste de aquí, lleva serpientes enroscadas en las patas. Suben y suben. ¡Eh! ¿Quién está ahí? Pero, si hay un niño sentado en la cabeza. No tiene miedo de las serpientes, les da migas de pan.
—Mira, mamá —dice el niño. Abre la mano y enseña la cola sanguinolenta— se escapó. ¿Se va a morir?
—No creo, me parece que se convirtió en cocodrilo —dice la madre señalando otra prenda tendida—, se ha metido en el río. Será mejor que avises al niño, ¡que no lleve hoy los elefantes a beber ahí!
La madre vuelve a la casa. El hijo sacude la mano, pero la cola se le ha pegado. Por suerte tiene muy cerca unas telas colgando. Estruja la sustancia viscosa que mana de la cola contra el lienzo, frota y surgen tigres y jirafas.
Alberto,me gusta el relato con toques infantiles, me hizo sonreir.
Suerte.
Sonrisas y flores
Manuela
Bien construido el relato, Alberto. Me ha gustado el final. Suerte.