31. Mamá
TRES
Eres un inútil.
DOS
El dedo, siempre ese maldito dedo, mil veces amenazando.
UNO
No vales para nada.
CERO
Nunca valdrás para nada.
Con un punto de rabia contenida, ésa que jamás afloró, pulsó el botón verde.
La anciana apuntó con su dedo al camarero, añadiendo un rictus de desprecio en su boca.
La inmensa deflagración elevó como plumas dos vagones. El resto del convoy descarriló.
Le escupió: mi gyn tónic siempre es con 6 hielos, y cualquiera con dos ojos cuenta cinco.
Cientos de muertos, incontables heridos fue el recuento oficial. La policía lo encontró sentado, junto a las vías, absorto, observando el dantesco espectáculo. Lo único que consiguieron de él es que repitiera una y otra vez: Mamá, ya no soy un…
En el bar del lujoso hotel la anciana colocó el dedo sobre la fotografía del periódico en la que aparecía su hijo, esposado como autor de la masacre del tren.
Apuró un largo trago de su gyn tónic, ahora con 6 hielos.
Eres un inútil, susurró.
Observó que el camarero la miraba fijamente.
Y tú también.
Es muy arriesgado contar una historia con tan pocas palabras disponibles y jugársela a mostrar tres escenas diferentes. A mí me parece una locura. Doble mortal con tirabuzón, y creo que has caído de pie. ¡Enhorabuena!
Sí Pablo, se queda una mirando a esa cruel madre. Lo que se siembra, se recoge…
Suerte.
Besicos muchos.