42 . RECUERDOS DE CRISTAL
Hoy no ha venido nadie a visitarme, a pesar de ser sábado. Mientras otros han disfrutado de la presencia de nietos e hijos, yo he tenido que desollar las horas haciendo acopio de fuerzas, a pesar de lo mucho que éstas me fallan ya, y presumir de entereza, cuando ni siquiera he sabido deletrear jamás esa palabra.
Y no, ser analfabeta no ayuda a que los desprecios duelan menos, o a que la frontera entre lo correcto y lo que no, se desdibuje en la niebla de la ignorancia. Como tampoco ayuda a quitarme esta pena, el olor a ropa limpia que sube desde la lavandería. ¡Cómo echo de menos los días de colada cuando mis hermanas y yo bajábamos al río con mi madre a lavar las pocas piezas de ropa que teníamos, con el jabón artesanal que hacíamos nosotras mismas! A veces quisiera ser sábana para secarme al sol, mientras otros contemplan mi blancura. Pero tan sólo soy una vieja más. a la que todos contemplan con lástima, que desvaría más de lo que habla y calla más de lo que piensa.
Como Marcel Proust y el conocido episodio de la madalena, esta anciana recuerda con nostalgia episodios sencillos de su infancia. Al mismo tiempo, se va desgranando su soledad en una residencia, donde, como ella dice y se siente, solo es una más. Le haría sentirse diferente y única recibir la visita de sus familiares, por los que seguro que dio todo lo que pudo. Una mujer sin formación, por las circunstancias, pero generosa y con una gran sabiduría, sobre su condición, su pasado y su presente, unido todo ello a una sensibilidad que a nadie parece importarle.
Reflexiones en una historia que, pese a su aparente sosiego, da cuenta de un drama, porque la soledad no deseada lo es. Narrado con un lenguaje sencillo y al mismo tiempo muy cuidado.
No recuerdo haberte leído antes y me ha gustado hacerlo.
Un saludo, Rebeca. Suerte
Millones de gracias por tus palabras, Ángel. Dices bien: la soledad involuntaria es un drama, y por desgracia cada vez son más las personas que viven solas en nuestra sociedad. Y cada vez son más los ancianos que mueren sin nadie a su alrededor.
Un auténtico placer que me hayas dejado este comentario tan elaborado. Con tu permiso me tomo tus palabras como un buen estreno en esta web. Espero leer alguno de tus relatos. Un saludo.
Rebeca, nos encontramos aquí también. Me ha gustado mucho tu relato, esa sábana nos relaciona con el jabón casero y otros tiempos. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
¡Hola, Nani! ¿Te conozco? Ya lo siento, pero es que soy un despiste con patas. Sea como sea, te agradezco enormemente que hayas comentado mi micro. Un abrazo.
Sí, soy la misma que escribe en el blog de «La Casa Encendida».
Sí, perdona, Nani, luego he caído en la cuenta. Un saludo.
Hola, REBECA. Son recuerdos de cristal no por lo fragiles sino por lo nítidos, y más si vienen ayudados por ese aroma a ropa limpia que transporta a la anciana a su infancia de lavar en el río…
«Viejos son los trapos», decimos acá en Argentina. Nunca una persona, mucho menos si es mayor debería ser tratada así ni sentir que la tratan así, y mucho menos ser olvidada por quienes más deberían cuidarla.
Un micro desgarrador, aunque no por eso menos bello…
Te felicito.
Cariños,
Mariángeles
Muchas gracias, Mariángeles, y es cierto: «viejos son los trapos». Es muy doloroso descubrir que cada día mueren en el mundo más y más ancianos sin ningún familiar cercano arropándoles en sus últimas horas. Me alegra que te haya gustado, a pesar de ser un texto con cierto trasfondo melancólico.
Un abrazo.
Sensible y, lamentablemente, triste historia la que nos dejas, debido a su recurrencia en la «vida real». Con que facilidad olvidan (u olvidamos) a los que en otro tiempo tanto han hecho y ahora pareciera que molestasen con sus palabras, sus recuerdos, sus necesidades, sus olvidos… Suerte, Rebeca, Saludos.
Cierto, cada vez más recurrente la situación que describo en mi relato. Hay hechos que siempre deberían ser rechazados por la sociedad.
Un saludo.
Soledad, nostalgia, frustración…, y un gran mundo interior el de esa persona que, como muchas mujeres de su generación, ha sido maltratada por la vida en muchas de sus etapas, y que ahora intenta aferrarse a los pocos buenos recuerdos que de ella tiene.
Hermoso y triste, Rebeca.
Enhorabuena y mucha suerte.