58 – Un sol oblicuo y rojo
- De niños no soñamos con nuestra infancia. Soñamos cuando ya es tarde. Escarabajos, piedras tersas y lagunas dormidas. Observar entre cortinas a la maestra y arriesgar a quedarte ciego. Primeros bailes: una mano aquí, la otra acá. Un, dos, tres… Besos tras el pajar, tras la iglesia, tras cada ráfaga de viento desheredado.
Mamá fingía cada noche leer nuestro único libro mientras yo simulaba dormir. Papá era distante y duro como la eñe en el teclado de aquella vieja Hispano Olivetti. «La eñe», le llamábamos. Con su peluquín descolocado, flotando.
Llevaba ya tiempo sin esconderse para beber.
Acumulábamos oraciones masculladas sin fe y ausencias que nunca precisaron justificación entre tanto óxido. Ocho embarazos, cinco hijos, dos cruces ladeadas.
Pero algunos días las lágrimas regresaban a los ojos y las ramas de los árboles tocaban sus raíces. Había flores blancas sobre la mesa vacía y la música de alguna radio cercana ocultaba los gemidos del bosque.
Hoy sueño un sol oblicuo y rojo queriendo dejar su caricia azafrán, efímera, sobre cada partícula. «La eñe» dormitando sobre su butaca. Nuestros gestos lejanos, secretos entre sábanas mansas. A las ocho en la estación. Saldrá a y cuarto. Si yo no llego, sube tú.
Me gusta mucho cómo enumeras esos momentos de la infancia: primer baile, primer beso, observar a alguien a hurtadillas… La descripción del padre severo/distante que ahoga sus inseguridades en el alcohol, me parece formidable, aunque eso lleva a intuir una historia paralela de maltratos detrás. Lo cual es tremendamente duro.
Por otra parte, me confunde un poco, lo de la cuenta de: ocho embarazos, cinco hijos y dos cruces ladeadas (esta última imagen tiene muchísima fuerza y uno regresa a ella de continuo). Pero, volviendo a lo de la cuenta, no sé si se trata de un error o de que yo no acabo de pillar lo que quieres indicar. Me sucede algo similar con las últimas líneas. Cuando hablas de lo de la estación y usas el presente, me salgo del texto de nuevo.
Sea como sea, me ha gustado muchísimo.
Un abrazo.
Hola, Rebeca! Antes que nada, m8l gracias por leerme y pararte a comentar. Me encanta tu párrafo final, ese «sea como sea, me ha gustado muchísimo». Comprendo que puede no comprenderse completamente en una primera lectura y es intencionado. Suelo escribir de forma bastante»transparente» y a veces me da por luchar contra esa tendencia natural…;-)
El relato está narrado en primera persona por alguien que deja pinceladas de recuerdos y de sueños… fragmentos de cómo fue su infancia y cómo le hubiera gustado que fuera…
Quizá el trabajo del lector está en desentrañar en su mente cuales son unas y otras…
En estas situaciones en que se mezclan recuerdos y sueños, a veces, las matemáticas no tienen porqué funcionar a la perfección. Aún así, también te digo que algún embarazo podría haberse trumcado en un aborto espontáneo del primer trimestre que no generaría hijo ni cruz ladeada. Pero bueno, es solo una imagen que desconcierta y mira… hace pensar y profundizar en qué pasaba en esa casa…
Espero haber aclarado esas dudillas.
Muchísimas gracias de nuevo, Rebeca. Busco tu relato, si ya has publicado. Besos!!!
Jo, Salva. Qué recorrido por la infancia tan visual e impactante. Siempre es un placer leerte,aunque me quede con el pellizquito. Besos y suerte!
Muchísimas gracias, Belén! He tratado de agitar en la coctelera recuerdos reales y ensoñaciones idealizadas de la infancia que fue y de la que el protagonista sueña o desea que hubiera sido… La única duda, para mí, cmo autor y espero que para el lector, quizá es si el final forma parte de los sueños o de los recuerdos…
Gracias por pasarte con esos ojos que tan bien leen capitana. Besos mil.
Qué dureza de recuerdos y laberintos para el lector, que incluso en mi caso me ha hecho perderme un poco. Una apuesta muy sugerente y visual.
Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
Hola, Nani! Tenemos caminos, que son más rápidos y seguros, y laberintos, que son más complicados y entretenidos… a veces uno se pierde… incluso, a veces, para siempre.
Según laa historia y el momento, elijo los laberintos… ;-)))
Gracias por leerme y comentar!!!
Besos!!???
Una sola persona es capaz de hacer ingrata la vida de todos los que la rodean, ensombreciéndola hasta convertirla en un valle de lágrimas (poderosa esa imagen de los árboles llorando; ¿sauces?). Como bien anticipas al comienzo, soñamos con una infancia mejor cuando ya es tarde, ayudados por la perspectiva de la madurez, aunque a veces es lo único que queda.
Precioso e intenso relato; crudo, poético, triste…, y en el que la nostalgia encuentra tan poco lugar como la alegría de sus personajes. Magnífico el final también.
Enhorabuena y un fuerte abrazo, Salva.
Muchísimas gracias, Enrique! Gracias por pasarte por mi rinconcito y por comentarlo con tanto acierto y talento como escribes.
La vida de mi protagonista, que habla desde el presente es una suma de recuerdos (vivencias) y sueños (deseos). El padre y la madre tienen una significativa presencia,con desigual influencia…
La misión del lector es descubrir en qué consistió cada una.
Me encanta que pase la gente a leer y comentar, pero me flipa cuando lo hacen los escritores a los que admiro.
Abrazo fuerte