72. AGUAS MAYORES (Ignacio J. Borraz)
Aquel verano supo a castigo. Lo recuerdo, aunque ya nunca volvería a paladearlo con esa intensidad terrosa de calor en las mejillas y dientes apretujados. El nuevo sabor que vendría a sustituirlo sería peor: agua encharcada y metal fronterizo de sangre. Mamá ponía firmes a Roberto tras la sábana que le incriminaba, telón de escena y figura chinesca a un tiempo. Yo me mantenía al margen, muy quieto, pero mis ojos, aún con la intención de perseguir diminutas vidas ocultas en el césped, se desviaban de continuo a aquella estampa de brisa, blancura y pinzas. Luego, pasaba medio día rehuyéndole bajo el temperamental enfado de hermano mayor que siente que es injusto que él tampoco pueda salir con la bicicleta. He visto despertar amaneceres con los ojos húmedos, sumido en aquellos días pasados, recriminándome no darme cuenta, culpándome del tiempo desperdiciado que no se advierte hasta que es irrecuperable. Roberto tartamudeaba, entre la vergüenza y el miedo, justificando que los monstruos del día se le aparecían en el descanso nocturno. Yo no supe verlos y mamá no se los creyó. Todo era apacible y, sin embargo. Un día, apareció junto al arroyo; con una pedrada en la sien.
No dejas un relato con muchas incógnitas, pero tan bien armado que se paladea frase a frase. Me gusta tanto lo que cuentas como lo que no cuentas, porque se intuye terrible y fatal, con esa pedrada en la sien.
Suerte y abrazo.