76. JUEGOS
Cuando el llanto del bebé rasga su sueño, María desabrocha el camisón y sus doloridos pechos amamantan al recién nacido, ahora silencioso. Siente las risas apagadas de los otros, jugando desde el alba por la casa. Las gemelas cuchichean escondidas en el armario del rellano y el vaivén del balancín sobre las tablas, delata a Luisito, refugiado como siempre en la buhardilla. Sonidos que se apagan al sentir sus pasos acercándose y saberse descubiertos.
– ¡Os encontraré! Grita divertida entre sus ires y venires, al compás de la nana que tararea sin descanso mientras limpia habitaciones cuajadas de juguetes esparcidos, prepara leche con galletas y tiende la ropita de sus hijos, primorosamente lavada.
Después, pegada al cristal, descubre a Sebas, el mayor, una eterna sombra bordada con hilo negro en la sábana en la que la vieja partera le envolvió sollozando “Se nos ha ido”.
Y mira hipnotizada aquel tendal, el maldito algodón blanco en el que la vida y la muerte se enredaron tantas veces, en el que quedaron su cordura y sus entrañas rotas, en el que viven sus hijos no engendrados, los engendrados no nacidos, los nacidos muertos.
Acaba el juego… ha localizado a sus cinco hijos.
Esa eterna sombra bordada con hilo negro nos desvela lo que ya intuimos desde el principio. el dolor tiene mil caras y aquí podría decirse que también tiene mil sonidos.
A mi me ha traído a la memoria escenas de «Los otros».
Suerte y un abrazo muy grande.
Laly, tu historia me lleva a otras épocas habia una alta mortalidad infantil; pobres madres. Suerte y saludos