81. Dobleces del destino
A los pocos días de nacer lo envolvieron en una sábana perfumada de lavanda, antes de mostrarlo como un trofeo. Primero llegó Rosa. Auguró que a un chiquillo tan bien puesto, las muchachas de su añada en un tiempo se lo rifarían. Las demás vecinas lo mantearon entre risotadas húmedas y agasajos. Llegó del campo el padre del crío, las liebres a rastras, preñadas de perdigones. Las mujeres se asustaron, les dio apuro. Estrella, la última en hacerle carantoñas, se dejó caer la criatura de las manos. Rodó blando, peonza borracha. Hasta llegar a un canto del camino. El golpe seco de la cabeza en la piedra hizo cesar el canturreo del arroyo. El silencio se oyó bien lejos. De pronto el niño, como si nada, esbozó una mueca bobalicona, que les trajo a todos alivio. El nene creció orondo, rosado. Pero de mayor, sentado para siempre en el poyo de la casa, carecía de quehaceres y solo, con gesto babieca, seguía en su mirada de niño grande a las chicas que pasaban por su lado. No le devolvieron nunca las ojeadas de deseo ni se pelearon jamás entre ellas por arrancarle la ropa del cuerpo.
Un relato triste, precioso. Muy bien manteado.
Buen fin de verano.
¡Caray Mei! Una historia dura y muy bien contada. Un saludo.
Un golpe que parece nada y termina por cambiarlo todo. A veces no entendemos si no es así, con todas las letras, lo frágil que es un bebé y la importancia y responsabilidad de los brazos que deben cuidarlo y, más aún, sostenerlo.
Me estrujó el corazón; no obstante, muy buen micro.
Cariños,
Mariángeles
La tristeza se va tejiendo con las palabras y va calando hasta los huesos. Al final me dejó el sonido de una canción de Víctor Manuel (ella fue a nacer, en una fría sala de hospital… no recuerdo el título).
Un abrazo
Nos dejas un relato duro, tejido de imágenes muy bien construidas. Como si fuera fotografías de los momentos vitales de esa criatura y su desgracia.
Suerte y abrazo, Mei.
Pobre crío, juguete roto entre manos inconscientes más preocupadas de su belleza que de su bienestar. Qué triste la indiferencia hacia el que es distinto.
Mucha suerte.
Mónica
Mei, con qué gusto y acierto has elejido las palabras y la forma de usarlas. Precioso. Suerte y saludos
Agradezco a todos vuestros comentarios.
María, Alberto, Mariángeles, Mar, Anna, Mónica, Calamanda: abrazos cálidos.