82. Infancia (Mar González)
Lo mejor del pueblo era el tío Mariano. Aunque nadie me creyera, era mi tío favorito. Al verano siguiente yo ya sería mayor y dejamos de jugar, pero juntos vivimos días mágicos.
Desde muy niño jugaba con él en el desván entre cacharros viejos, maletas desgastadas y arañas. Nunca me dio miedo, pero mi madre nos pilló y me prohibió volver a subir. Yo le dije que solo jugábamos y contábamos historias, pero no me creyó.
Entonces descubrí el jardín, la huerta, el camino hasta el río… y el tío Mariano me enseñó a cazar lagartijas, buscar caracoles… Y aprendí que no debía contárselo a los mayores.
En casa nadie le nombraba sin santiguarse. Una pena lo de aquellas fiebres siendo tan pequeño e inocente, decía siempre mamá y volvía a santiguarse.
Yo no lo entendía. Yo también he tenido fiebre y nadie lo recordaba todo el tiempo. Pero lo que peor me sentaba es que solo me castigasen a mi. Si rompíamos algo, cuando nos caímos al río… Siempre, menos cuando manchamos las sábanas tendidas al sol. Entonces fue la abuela la que riñó al tío Mariano. Pero, una vez más, nadie me creyó.
Buena apuesta, Mar. Los niños suelen decir siempre la verdad pero, por algún motivo, gozan de poca credibilidad entre los adultos. Tal vez es que ven las cosas invisibles.
Suerte y abrazo,
Muchas gracias Anna!
Siempre lo había pensado pero, ahora que tengo niños, estoy totalmente convencida de que ven muchas cosas que no vemos los demás.
Un abrazo
Un cuento precioso, de esos que se cuentan alrededor del fuego, de la chimenea o la estufa de leña. Es evocador y hace cosquillas en la columna vertebral. Felicidades y suerte.
Gracias Mónica! Me encanta que me imagines alrededor del fuego porque es el tipo de relato (si es que existe esa modalidad) que me encanta.
Un abrazo
Mar, dices mucho, con tino, y callas más en esta preciosa historia, suerte y saludos
jeje valemos más por lo que callamos… Un abrazo Calamanda!