94. El último pensamiento del sargento Juan Soler
Noviembre. 1938. Observen a ese sargento que está a punto de ser ajusticiado contra un muro. Con esa dignidad propia de los vencidos, mantiene la mirada fija en el muchacho que va a dispararle. Deja su mente en blanco. En sus ojos, bajo el recuerdo de todos los hombres que mató en la última batalla cuando aún no sabía que sería la última, encuentra una imagen de su infancia: su madre, cantando en la era mientras tiende la colada.
Giren ahora la vista ciento ochenta grados. El que apunta es un soldado raso de apenas diecisiete años. Fíjense en el temblor anárquico de su mano derecha y en cómo escudriña los ojos del ajusticiado. Ya saben lo que está viendo. Lo que no saben es que el muchacho reconoce en la madre del sargento a la suya propia. La naturaleza siempre, inexorablemente, acaba encontrando nuestro punto más débil. Es por eso que solo cuando esquiva la mirada del hombre, consigue apretar el gatillo.
Luego se acerca al muerto. Con la misma mano derecha, le cierra los ojos. Aunque sabe que ya nunca dejará de ver esa era. Ese vaivén cadencioso de las sábanas. Nunca dejará de ver a esa madre.
¡Uauuu! Precioso. Con el magisterio habitual de tus letras. (Y ahora no tengo por qué dar coba. Total para lo que me sirvió).
Un besazo, meiga.
Jajajaja Rafa. Tú dame coba que a mí me encanta. Casi tanto como los halagos sinceros. A ver para cuando otra cena en Madrid que ya sabes que no hay dos sin tres. Un beso grande.
La naturaleza encuentra nuestro punto más débil, tú encuentras ese punto en el que conmueves y remueves al lector.
Cuánto me alegro de tu triunfo!
¡Enhorabuena! No lo había leído y es magnífico.