…Y UN ÚLTIMO VIAJE PARA LA INSPIRACIÓN…
Nuestra amiga Nieves nos aporta un texto muy especial como último “viaje” para la inspiración (y para llegar a ese número de 100 relatos que este mes se presenta imposible…) Nos cuenta que este texto anónimo, a su vez, también es viajero, y acaba de llegar desde el mantel de una taberna brasileña a este espacio… el viaje es básicamente comunicación…
Ser viajero es no decir lo que haces, ni lo que vas a hacer, y fingir que no sabes aquello que sabes, y hablar poco y escuchar mucho, y pasar por tonto siendo inteligente. Un buen viajero no echa el lazo a un buey con una “planta tóxica”, no pone zancadillas al viento, no pisa en la oscuridad, no anda sobre mojado, alarga la conversación con un extraño, solo cree en el humo cuando ve el fuego, solo arriesga cuando tiene seguridad, no cambia un pájaro en mano por dos volando. Ser viajero es decir “uai” (ser viajero es sorprenderse), es ser diferente, es tener marca registrada, es tener historia, ser viajero es tener simplicidad y pureza, humildad y modestia, coraje y bravura, hidalguía y elegancia. Ser viajero es ver el amanecer y el brillar de la luna, es oír el canto de los pájaros y el mugir del ganado, y sentir el despertar del tiempo y el amanecer de la vida. Ser viajero es cultivar las letras y las artes, es ser poeta y literato, es gustar de la política y amar la libertad, es vivir en las montañas y tener vida interior. Ser viajero es dormir en el suelo para no caer de la cama. El viajero no da puntada sin hilo. Todo viajero tiene un tren de hierro que le hierve en las venas, una montaña brillando en los ojos, y una banda tocando en los oídos. El viajero escucha, espía, indaga, se retrasa, espera desde la víspera, templa, cierra la boca, se prepara y al final exclama ¡¡¡Nuesta Señora!!! cuando sus ojos descubren Iguaçu.
Buen viaje, viajero.