10. DESDE MI VENTANILLA
Una mañana otoñal decidimos unir nuestros destinos. Ligeros de equipaje subimos a un tren cualquiera y con los ojos cerrados comenzamos el camino, enamorados, abrazados, confiados y felices.
Sin mesura, reímos, comimos, bebimos, conversamos y dimos rienda suelta a nuestros deseos.
Después de varias estaciones sentiste calor, necesitabas despegarte un poco de mi abrazo. Fue entonces que los besos tomaron también distancia. No quería que te sintieras asfixiado.
Nos extasió el verde de los bosques y nos sobrecogió la inmensidad de los desiertos. Nos bañamos en los lagos más claros y nos embistieron las olas más juguetonas.
Las estaciones se sucedieron y un día sentiste mis pies demasiado fríos. Los alejé un poco para no molestarte y seguimos nuestro camino sobre praderas y berrocales. Antes de que pudieran engullirnos las arenas movedizas, me diste tu cartera para que comprara un billete que nos sacara de allí. Fue entonces cuando la vi. La tenías tú y yo me había vuelto loca buscando aquella fotografía.
No sabías el motivo por el que, una vez más, brotaban mis lágrimas. Habías olvidado que la guardabas.
No hizo falta nada más. Abrazados, confiados, abandonados, felices y adormecidos volvimos a subir al tren que nunca perdimos.
Mercedes, enigmática historia de amor, suerte y saludos
Una relación puede llegar a ser un viaje en el que se atraviesan distintos paisajes y las sensaciones, como los paisajes, van variando. Si es sincera y fructífera, por muchos cambios que, de forma inevitable puedan producirse a través del tiempo, la esencia que hace que dos personas permanezcan juntas nunca se pierde. Es un tren que, si pasa, no se debe perder.
Un relato lleno de metáforas vitales y riqueza de matices.
Un abrazo y suerte, Mercedes
Mercedes, un viaje interminable durante una vida de amarse y comnprenderse.
Buen relato.
Besos apretados.
Siempre unidos hasta ese final de pérdidas de memoria y desconocimiento. Suerte.
Besicos muchos.