28.Ventana y pasillo
Hoy, cuando el tren atravesaba Córdoba, ella se ha acurrucado junto a un hombre de unos cincuenta años, pelo corto y que duerme plácidamente. Ligera, ha deslizado su cabeza hacia el hombro con un movimiento tan natural que parecía llevar toda la vida haciéndolo. Como cada vez que se abraza a un pasajero, antes ha sacado con suavidad el billete que él guardaba en el bolsillo de su chaqueta y solo ha abierto los ojos cuando ha pasado el revisor. Hacen buena pareja, ahí, sentados en el vértice inestable del desencuentro. Ella siempre elige a tipos con los que no desentona, se mimetiza con la imagen de la esposa que podría ser y los abandona antes de que despierten. La semana pasada eligió a un señor de barba plateada; ayer, a un hombre de negocios redondito y calvo que empezó a cabecear antes de salir de Chamartín. Lo único que ellos comparten es su capacidad para dormir durante todo el viaje. Por eso compro dos plazas, dejo vacía la del pasillo y coloco el billete en el bolsillo de mi chaqueta. Eso sí, con el borde asomando tan solo unos milímetros, para no parecer desesperado.
Vamos Asier que estás en toda la pomada. Me ha encantado, un estupendo relato.
La pomada realmente buena es que haya gustado, compañero. Abrazo!
Me encanta tu propuesta, original, divertida y con un remate perfecto. Chapó.
Muchas gracias, Elisa! Así da gusto escribir 🙂
Buen relato. Suerte y abrazos de otoño.