35. Compañía
Él no la conocía de nada. Ella creía conocerle desde siempre. Se miraron. Él tenía la ropa descolorida, el pelo despeinado, y la delgadez propia de aquel que a veces no recuerda comer. Ella tenía arrugas en el rostro, en los brazos, y en el alma; y sus ojos habían llorado tanto en la vida, que se había instalado la tristeza en ellos. Apenas oían el ruido del tren al avanzar. No hubo sonrisas, ni miradas cómplices, ni coqueteos experimentados. Ella, simplemente, se levantó y se acomodó a su lado. Él la rodeo con su brazo, y la atrajo hacia su pecho. Y así, sin mediar palabra, se mantuvieron abrazados durante todo el trayecto, y recordaron que, alguna vez, hacía mucho tiempo, habían sido queridos.
No puede ser que un relato titulado así esté sin la compañía de un solo comentario Asi que aquí me paso para felicitarte por esta belleza. Suerte, compañero.