JUL60. PARTIDAS INACABADAS, de Joaquín Valls Arnau
Habían emprendido aquel viaje forzoso, el mismo día de año nuevo. Hubieron de tomar hasta cuatro trenes distintos, cruzando varios países. Una vez allí, los horarios de visitas eran muy estrictos: de diez a doce por la mañana, y de cuatro a seis por la tarde. Cuando no estaba con él, su padre permanecía en la pensión leyendo, a resguardo del intenso frío exterior. A él acudían a despertarlo al alba, y durante buena parte del día no cesaban de hacerle pruebas, mientras hablaban entre ellos una lengua extraña.
En el rato que ambos pasaban juntos cada mañana, bajaban caminando hasta el lago, donde algunos patinadores trazaban figuras sobre la superficie helada, y de regreso se dedicaban a chutar castañas en una solitaria plaza. Por la tarde escribían a casa, y jugaban una partida de cartas tras otra. Iban anotando los puntos acumulados hasta que, cuando en un campanario próximo daban las seis, la enfermera hacía su aparición por la puerta. Entonces su padre se levantaba, se despedía de él con un beso y salía precipitadamente de la habitación. Esa última partida de la jornada, que en algún caso hubiera podido decidir el resultado final, quedaba siempre inacabada.
Me intriga tu viaje, todo él. Desde la primera y hasta línea hasta la última de este misterioso relato. Si ese era tu objetivo, conmigo lo has conseguido plenamente.
Saludos Joaquín.
No es, ciertamente, un viaje al uso: un niño ingresado en un hospital, muy lejos de casa, acompañado de su padre, a la espera de que los inciertos resultados de unas pruebas. Gracias por comentar… y enhorabuena por Ciclos, el relato que te distinguieron en el nuevo espacio de la SER: ¡magnífico!
Gracias 🙂
Sí esa es la fuerza del relato. La incertidumbre que provocas. Potente.
Saludos
Gracias por comentar, Mei. Condensar en un micro historias reales siempre me ha parecido bastante más complicado que crear ficciones.
Un abrazo.
Puedo sentir el miedo y la incertidumbre que destila tu relato, incluso el sonido de las seis campanadas que dan paso a la soledad y el abandono de la partida. ¡Demoledor!
Un abrazo,
Nuestras vidas, si bien lo piensas, están hechas de partidas inacabadas.
Un abrazo, Esperanza.
Conozco varios viajes de ese tipo y tienen que ser muy duros. Espero Joaquín que no sea el tuyo y si lo ha sido que fuera con buen resultado,
Triste pero me ha gustado.
Un abrazo
Pues sí que emprendí ese viaje. No obstante, ¿quién no ha emprendido en su vida viajes forzosos, que a veces nos quitan cosas valiosas pero a menudo también nos las dan?
Gracias por pasarte por aquí.
Un abrazo.
Me gusta mucho tu relato, Joaquín. Es triste, sí, pero de él también se desprende el apoyo, la ternura del padre y la complicidad que reina entre los dos.
Un saludo.
Me alegro de que te haya gustado, y de que hayas podido captar, en un relato tan breve, todos esos matices.
Un abrazo.
Triste viaje, Joaquín. Sobre todo cuando se trata de acompañar, velar a un hijo, sin poder hacer nada más que esperar.
Muy bien presentado, avanzando poco a poco: tiempo, espacio, atmósfera, personajes… nos hacen sentir ser algo más que espectadores.
Solo espero un final feliz para tu relato abierto.
Un abrazo.
Amparo Martínez Alonso
Gracias, Amparo, por pasarte por aquí. Los relatos con final abierto, simplemente no terminan… ni de modo feliz ni infeliz (eso, a su vez, es siempre relativo, pues depende de la lectura que haga de la historia cada cual).
Un abrazo.
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A pesar de la atmósfera triste y desoladora que destila el micro, por el viaje forzoso, por el frío, por la enfermedad, yo me quedo con la ternura entre padre e hijo, con las horas compartidas, con las partidas de cartas. La vida es siempre una partida inacabada, ¿para qué saber quién gana al final? Jugar es lo importante, sea la partida larga o corta. Un abrazo
¡Hola Mar, qué alegría, reencontrarte! La vida, tu lo has dicho, es una larga (para algunos prematuramente breve) partida inacabada. Un abrazo
Tu relato me conmueve. Yo se muy bien lo que es viajar forzosamente y que coincidencia jugar a cartas para acortar las horas de hospital. A veces pintan bastos. Me gusta mucho el título, la vida como juego, azar. Muchas gracias.
Gracias por leerlo y comentarlo, María. Quizás, sin querer, has improvisado un título mejor que el que escogí al escribirlo: «Pintan bastos». Un abrazo.
De lo mejorcito del mes, sin duda. Frío e intenso, arrebatador.
Cuántos elogios, Sara, en tan pocas palabras. No puedo hacer otra cosa que expresarte mi agradecimiento. Para eso escribimos todos, ¿no?: para lograr que quien nos lee, aun tratándose de textos tan breves, se le mueva algo por dentro. Unas veces con más fortuna… otras con menos. un abrazo.
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Sara decía ¡de lo mejorcito del mes! y se ha cumplido, querido Joaquin.
¡¡Felicidades por este micro que dejabas abierto a la mente del lector y que te ha servido para cosechar una SELECCION del mes de JULIO muy merecida!.
Me ha gustado, lo he disfrutado y creo que lo has hecho muy bien. ¡Enhorabuen
Gracias Laura. Pienso que este mes había bastantes relatos que lo merecían, y así lo confirman los comentarios de los propios miembros del «jurado». Llegar al final del todo y resultar seleccionado, en estos casos es pura cuestión de suerte.
Un abrazo.