65. Cruce de ví(d)as (La Marca Amarilla)
No imaginaba, cuando regaló aquel tren eléctrico, que acabaría entendiéndolo todo.
En un principio le pareció un juguete aburrido pero le fascinaba ver cómo disfrutaba su nieto; durante días observó cómo el niño viajaba a un sinfín de destinos, recogía a una multitud de pasajeros y manejaba una extensa red de vías, y todo este mundo cabía dentro de aquellos pequeños raíles circulares de monótono recorrido.
El abuelo acabó hallando la vida en aquel juego. Entendió que los trenes nunca pasan sólo una vez, ni tampoco el amor, aunque puedan tener un mismo inicio y un mismo final. Descubrió que las personas no somos los pasajeros, somos el tren, y que las vías las ponemos nosotros hacía un destino que sólo conocemos cuando llegamos a él.
A los pocos días, el abuelo cogió su bolsa del gimnasio y metió poca cosa, no le haría falta mucho más. Escribió una nota de despedida y después habló con Candela, que ya no esperaba esa llamada. Quedaron para ir a la estación y subir sin billete a su, quién sabe, viaje definitivo.
Un juguete en apariencia sencillo, unido a los años, puede hacer saltar la chispa de la sabiduría que faltaba para terminar la existencia de la mejor manera posible.
Una filosofía que reniega de la resignación y mira hacia adelante con esperanza, con las vidas que merecen la pena siempre cruzándose. Esa debe ser el camino y el tuyo es un buen relato.
Un abrazo, Marca. Suerte
Ángel!!!! Campeón, muchas gracias por tu comentario, como siempre, acertado y bien recibido!!
Mirar hacía adelante aunque nos digan que todo es circular, no le hagamos caso!!!
Un saludo!!!!!
Lo que nos demuestras con este relato, que nunca es tarde para coger un tren o aspirar a cualquier sueño. Suerte.
Besicos muchos.
Muchas gracias por tu comentario, Nani!!
Das en el clavo!!!
Un saludo!! 😉
La Marca, bella historia cargada de moraleja y buenas letras. Suerte y saludos
Gracias por tu comentario, calamanda!!!
Se agradece muchooooooo
Un saludo!! 😉