84. UN FUEGO QUE NI EL TIEMPO PODRÁ APAGAR (José Ángel Gozalo)
El tren avanzaba en mitad de la noche arropado por un manto de nieve con reflejos de luna llena. Dentro de uno de los vagones, dos jóvenes amantes descubrían sus cuerpos por primera vez.
La pequeña estancia se hallaba invadida por el calor resultante del fuego de su unión, el cual había impregnado de vaho la ventanilla.
Aferrados el uno contra el otro, ponían el alma en cada caricia y beso como si no hubiera un mañana. Prometieron amarse siempre.
El silbato del tren al entrar dentro de un túnel engulló sus gemidos de placer en el momento de llegar juntos al final.
Despertaron abrazados, al otro lado del túnel, aunque mucho tiempo después.
Sus cuerpos no eran los de antes, y una intricada maraña de arrugas se había apoderado de sus rostros.
―No te imaginas lo que he soñado ―le susurró él al oído y la besó en la frente.
Ella, desde su regazo, giró la cara y, todo el amor de una vida concentrado cabía en la mirada cómplice que se dedicaron.
Incorporándose con dificultad, acercó sus labios a la ventanilla e insufló su aliento empañando el cristal.
Sus dedos índices se tocaron al dibujar juntos un corazón.
Un tren lleno de magia, como mágico es que dos personas conecten y permanezcan juntas toda una vida, con sus sentimientos como el primer día. El episodio antes de llegar al túnel podría interpretarse como la juventud fogosa. El túnel, como figura que simbolizaría el tiempo, hace que en parte, tal vez, se apacigüe la pasión, pero nunca el fuego que prendió un día, representado en ese corazón dibujado en el vaho.
Buena propuesta, José Ángel.
Un abrazo
Muchas gracias Ángel. Has captado perfectamente el relato.
Efectivamente el túnel simboliza el paso del tiempo. En éste caso caso toda una vida.
Un abrazo y suerte.