88. Cathy y Jack
Cathy ha estado trajinando toda la mañana. Dejó un guiso puesto y fue al mercado y a la tintorería. Cuando regresó, tendió una lavadora y quitó plancha. Sobre las doce suele tomar un par de tragos porque, si no, comienza a llorar, a temblar y piensa unas ideas muy extrañas que nadie conoce.
Cuando Jack llega a casa, a veces huele a vomito y riñe a Cathy porque debería revisarse su gastritis. Ella tiene tiempo. Jack pone los pies en la mesa del salón y le aúlla: “Olvida mi comida ahora, cariño. Puedo esperar hasta que estés mejor.” Y es que Jack es muy considerado. Sabe evitarle cualquier tarea complicada, como conducir o elegir restaurante. Cathy dejó de conducir tras casarse; ahora ni sabría. ¿Y qué demonios entiende ella de restaurantes? Jack tiene reuniones de trabajo y conoce sitios. Está bien considerado en la empresa, aunque se jubilará en abril.
Los jueves visitan a Howard, su hijo. Vive a dos horas en tren. Kathy siempre dormita en el trayecto y, aunque intente evitarlo, acaba recostada sobre Jack. Él se lo recrimina cuando despierta, porque, al permanecer inmóvil, acaba dormido también. Con lo que detesta que se le arrugue la camisa.
No sé si lo pretendías, pero has conseguido crear al personaje más odioso del universo, más que Darth Vader, dónde va a parar, y encima se cree considerado. Alguien debería decirle a Cathy que La Cenicienta es un cuento y que las relaciones tóxicas es mejor abandonarlas. Lo peor de todo es que, de cara a la galería, el valorado es él. Si tuviese que dedicar tiempo a otras tareas seguro que no sería tan brillante en su profesión, porque tendría la cabeza y el tiempo en otras cosas. Rectifico: lo peor, en realidad, es que existen personajes así.
Un abrazo, Salva. Suerte
Querido Ángel, si tengo algo seguro en esta vida es que tras un relato viene un comentario tuyo lleno de amabilidad y dedicación.
Mi personaje es verdaderamente odioso y de forma intencionada. Pretende mostrar lo que no se ve a simple vista, lo que a veces esconde una supuesta normalidad.
Quiere denunciar todos esos matrimonios rotos a base de que el marido eclipse y anule progresivamente a la mujer, abocada a no hacer nada que no sea estar al servicio del marido y desvivirse por él, acabando convencida de que esa «nada» es para lo que había venido a este mundo…
Gracias por comentar siempre! Fuerte abrazo.