95. “No conocían el mar”
Tomaron el último tren sin importarles el destino. La única condición era que el camino hacia la costa fuera accesible. Cuando no existe la posibilidad de una vida digna, los impulsos dejan la lógica aparcada y saltan los resortes de lo imposible. No sacaron billete de vuelta, no llevaban equipaje, no conocían el mar. Sus prendas de abrigo y unos bocadillos envueltos en papel de plata. Prendas cogidas al azar del armario que cerraron junto con el resto de la casa que abandonaban. Un abandono forzado por las circunstancias. Sabían que su hijo les lloraría un tiempo; el equivalente al amor que les profesaba. Porque él nunca conocería la verdad de aquella huida. De saberlo, el llanto no lo abandonaría nunca. La razón de sus vidas. Sin esfuerzo no se aprecia el valor del logro. Pero eso al banco le importaba poco. Tampoco a su hijo pareció importarle cuando les hizo firmar el aval para remontar su negocio.