18. Mis(s) Cicatrices
Aún recuerdo el repulsivo olor a laca, aquel spray que se te metía por las fosas nasales y no te abandonaba hasta que, al día siguiente, te lavabas el pelo. Varias veces. Con un champú de aroma casi balsámico y relajante que jamás he vuelto a encontrar.
Y es que los olores te marcan para siempre. Como las cicatrices que hieren la piel.
Y desde entonces, cuando asistía a aquellos concursos de misses infantiles, ese olor me recuerda a ella.
ELLA. Mi Madre. Que sí quiso triunfar en la pasarela pero no pudo. No la dejaron. Mi abuela era demasiado estricta, demasiado tradicional como para que una hija suya enseñara más allá de la rodilla en público. Y volcó su sueño. En su retoño.
YO. Su Único Hijo.
Que vivió una infancia ambigua. Entre purpurinas y sueños imposibles e insultos y palizas continuas en el colegio. Por ser el Niño-Niña. El Raro.
Ahora, años después, cuando paso delante de una peluquería y huelo el rastro de la laca cierro los ojos. Y vuelvo a convertirme en aquella pequeña y extraña miss a la que su madre ahuecaba y lacaba el peinado.
Esa cicatriz me acompaña de por vida.
Como Proust con su magdalena, el olor de la laca trae recuerdos a tu protagonista, episodios opresivos en su caso, los de un niño obligado a vivir en un género que no era el suyo, atrapado bajo la frustración de su madre.
Las heridas de tu personaje quizá parezcan cerradas, pero bajo esas cicatrices se acumula demasiado sufrimiento.
Un relato muy bien planteado y desarrollado.
Un abrazo y suerte, Esperanza
Ale! Menudo parecido razonable me has puesto al lado.
Con comentarios como estos ya tengo el premio ☼ ☼ ☼
Gracias Angel.
Abrazos y Suerte ♣
Esperanza, que bien has narrado las huellas o cicatrices que dejan las frustraciones de los padres, que hacen que los hijos las arrastren por vida. Muy buen relato, me ha gustado mucho. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
A veces hay padres tan obtusos que no dejan vivir a sus hijos sus propias vidas. Ya sea para disfrutarlas o para sufrirlas por sí mismos.
Gracias Nani
Besos
Pobre, qué madre más…, lo mal que lo tuvo que pasar.
Y entiendo lo del olor, y mucho, porque el olor te trae íntegros los recuerdos, sean estos como sean. Una infancia terrible, en cualquier caso, que ha dejado sus secuelas.
Muy bueno, Luisa
Los olores de la infancia nunca se olvidan. Para bien o para mal.
Gracias Luisa 🙂
La música y los olores, se convierten en recuerdos imborrables, sobre todo si provocan cicatrices como a tu protagonista.
Muy buen relato, Esperanza. Te deseo mucha suerte.
Besos apretados.
Los recuerdos y a veces también las cicatrices ayudan a seguir adelante. aunque, a veces, estas últimas pesan demasiado.
Muchas gracias Pilar.
suerte para tí también