JUN89. VIENTO AMIGO, de Juan Luis Blanco Aristondo
Aquello no podía ser. La suave brisa de la víspera se había convertido durante la noche en un vendaval de lluvia y hojarasca. El cielo plomizo no auguraba mejoría, y los dos cerezos del jardín se retorcían humillados por un viento avasallador y prepotente. No quedaba ni rastro del cordel que su marido ató entre ellos hace más de treinta años. Aquel en que ella solía colgar la ropa recién lavada. Aquel en que decidió poner a secar todos sus atuendos de luto sin los cuales nunca había salido de casa desde que la mina se lo tragó. A excepción del pañuelo negro prendido en la alambrada que cercaba el acantilado, no quedaba nada de lo que había sido su indumentaria todos y cada uno de los días de los últimos cuarenta y dos meses. Abrió el armario, tomó aire y, temblando todavía, abrazó con infinita delicadeza el vestido de flores con el que minutos más tarde se habría de vestir.
Un grandísimo relato breve: un instante que incluye un pasado y un futuro, una gran historia en formato corto.
Tienes razón, hay instantes que delimitan con precisión un antes y un después. Son momentos de decisiones. Y son el germen de muchos cambios.
Gracias por tu comentario.
Magnífica narración de un hecho que en la realidad ocurre a menudo.
Las imágenes que presentas, aunque breves son muy sugerentes.
Casi se puede percibir tu relato con la vista.
Un abrazo.
Gracias Julio.
Me encanta que «veas» el relato.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Y a mi, que llevo años trabajando en el mundo de la imagen, me gusta pensar que con sólo 200 palabras podemos sugerir millones de imágenes…
Un viento realmente purificador. Y buen detalle que haya quedado un pañuelo negro tendido, entiendo que la viuda no borra de su corazón a su marido muerto, eso me ha parecido importante para la historia.
Un abrazo.
Gracias Susana. Tienes razón, no se puede borrar a la gente que se ha querido. Así que toca aprender a convivir con su ausencia…
He enviado un comentario y no se ha publicado, bueno no importa. Solo decirte otra vez que me ha encantado tu escrito y esas imágenes que creas. Se hace real sin dejar de ser muy poético.¡Felicidades!. Un saludo.
Muchas gracias. Me gusta que no veas contradicción entre realismo y poesía…
Muy bonita historia y bien contada.Este viento es realmente un buen amigo que borra la tristeza y sólo deja un pañuelo de silencio.
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Gracais Ginette. A veces se encuentran amigos donde menos se espera 🙂
No lo había leído. Me ha gustado mucho tu relato. Me gusta mucho lo bien que has usado el símbolo del cordel como ese matrimonio que es eterno, pero que tarde o temprano cede al paso del tiempo, del viento. Felicidades por la mención merecida.
Gracias Isabel. Me está resultando curioso cómo algunos detalles del relato adquieren relevancia y significados diversos a través de vuestra lectura: el cordel, el pañuelo… El relato no se termina hasta que alguien lo lee…
Mira que me cuesta decir este adjetivo pero es PRECIOSO. Qué gran historia de esperanza y amor en tan poco espacio. Y usando el viento on algo ta básico y evocador como la ropa tendida. Enhorabuena.
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Pues a mí no me cuesta nada decir MUCHAS GRACIAS, Pablo! 🙂
Precioso renacer. Me gustó mucho ese pasar página de una vez. Enhoabuena por la mención, Juan Luis.
Saludos.
Gracias Miguelángel! Nada como el viento para ayudarnos a pasar páginas… 😉