11. En piloto automático (Esperanza Tirado)
Como cada mañana suena el pitido insufrible del despertador, se levanta a regañadientes, se ducha, se viste, desayuna, se lava los dientes, susurra un adiós cariñoso en voz baja y lanza un beso hacia la habitación; donde ella aún duerme.
Y baja al garaje.
Donde estaba el coche. Su coche. Con el que iba a trabajar cada mañana. El que se convirtió en un arma mortal aquella todavía madrugada de neblina baja, de demasiado stress y preocupaciones acumulados.
En la cama del hospital su cuerpo intenta recuperarse; su mente sigue en piloto automático, recordando la escena. Esforzándose en no apurar tanto en aquella maldita curva.
Esta vez sin lágrimas ni ese intenso dolor que le muerde dentro. Que supera al de sus heridas.
Pero es incapaz, porque la mitad de las hojas con las instrucciones para seguir dando cuerda a su vida se perdieron en el asfalto.
Las del otro conductor se perdieron por completo.
Y ella ya no puede dormir.
Por encarrillada que parezca una existencia, con sus rutinas y ese piloto automático que se activa para sobrellevarlas sin sobresaltos, todo puede truncarse en un momento, por un simple desliz con fatales consecuencias, propias y ajenas. Tras un grave accidente como el que le sucede a tu protagonista, debe ser muy difícil volver a darle cuerda a la vida (muy buena expresión) para seguir adelante. Las dos últimas frases rematan un dramatismo que se extiende como una plaga, que a cada uno afecta de una manera y del que nadie puede salvarse.
Un abrazo y suerte, Esperanza
Lo mejor de escribir no es escribir, sino recibir respuestas tan fantásticas como estas. Me encanta cuando veis un poco más allá de mi historia.
Mil gracias Ángel.
Suerte para tí también.
Estupendo relato Esperanza. Tosa la tensión de una experiencia que marca para siempre. Un abrazo
Que ojalá nunca le sucediera a nadie. Es como la lotería pero de la mala.
Gracias Jero 🙂
Y Mucha Suerte para tí con tu relato ♣
Esperanza, bien contada esa horrorosa experiencia y sus secuelas. Suerte y saludos
De las experiencias horrorosas también se aprende, pero vaya lección…
Gracias Calamanda.
Suerte para tí.
Besos