JUN66. HARAPOS DE ANTIGUOS SUEÑOS, de Calamanda Nevado
La pobreza hace lo que el viento fuerte, enloquecer a la gente. Yo cambie. Apenas si abrazaba los harapos de mis antiguos sueños. Me hizo terco, y mendigo sin cobijo. Me aisló. Un día, no sé cuando, quise olvidarlo todo, y me arropé solo con cielo y luz del día. Por eso respiro calle, muerte en cualquier lugar, a cualquier hora, por cualquier cosa, supervivientes agónicos, y viajeros de pateras… Lo que comparto en la mesa común, pan, jarra de agua, caballo, crisis… umbría, hipotermia… mi poca juventud, y mi vida ¡que lleva muchas prisas!
¿Qué hago? Caminar débil, observarme las manos imparables, sin pulso, y la mirada huidiza y marchita de indigente. Ah, y olvidar sorbiendo cerveza, y trastornando la carne aviejada y sedienta; herida por los filos del asfalto oxidado, y el brocal de la botella.
Mi familia no se va de mí, busca encuentros; nunca acudo. Conozco sus corazones rebosantes de heridas. Es difícil comprenderse. Representan su mundo; decorado con oficinas del paro, bancos inquisidores, y bancos ocupados por desempleo.
Igual algún día… sereno, sonriente, y recién afeitado. … me ciño un traje… llamo a la puerta de mis padres…, y abrazándolos, los beso… Igual algún día…sereno,
Tu relato tiene algo que llega adentro de uno mismo. Bonito… sereno.
Estoy de acuerdo contigo. Gracias.
De nada. ¡Suerte!.
no encuentro este relato «bonito»…
me aterra porque es demasiado «real»…
Coincido contigo, Kistila, no lo concibo como «un relato bonito». Solo intenta llegar al interior del lector. Y en eso estoy de acuerdo con mi lector anónimo. Muchas gracias a los dos, y mucha suerte.
La frase de inicio «enloquece a la gente, como el viento, la pobreza» da todas las claves. Poesía en la forma. Suerte.