33. Corrientes migratorias (Patricia Collazo)
Hasta los playmobils giran las cabezas de un lado a otro lamentándose, sin poder creerlo. Los mayores recogen a los más pequeños. Entre todos ayudan a los soldados caídos, incapaces de ponerse en pie por sí mismos sobre esa base verde en que tienen clavadas las botas. Los piratas desentierran tesoros y rompen mapas que ya de nada servirán. El éxodo es imparable. Las colas ante la gasolinera ubicada desde hace más de un año bajo la cama, son permanentes. Coches de colección, tanques, aviones, submarinos, dos caballos, familias enteras de dinosaurios, dos naves espaciales y hasta una alfombra mágica. Todos esperan repostar para poder emprender viaje.
Desde que Nico apareciera con aquella niña rubia que ni los ha mirado y solo ha emitido unas risitas tontas mientras él intentaba meter la lengua en su boca, la decisión es unánime.
Ignoran qué habrá más allá de la puerta blanca de la que ha desaparecido el poster de Cars. Pero intuyen que el exilio, resultará menos duro que el olvido.
Los niños se hacen mayores, es ley de vida, pero el necesario e inevitable paso de ciclo también conlleva la tristeza de un tiempo que nunca volverá. No es tan fácil adaptarse a los cambios, menos aún cuando son drásticos. Los juguetes, amigos venerados, inseparables, dejan de tener interés.
Ellos, que tanta vida regalaron, quizá también tengan una propia e iniciativa. Necesitan ser tenidos en cuenta, también queridos, de ahí que emigren. Otra cosa es que no puedan y queden arrinconados hasta que los padres decidan qué hacer con ellos.
Simpático relato, una historia de cuento que no pierde el realismo.
Un abrazo y suerte, Patricia
¡Excelente relato!El ciclo de la vida donde aquellos que fueran venerados pasan al olvido ya no podrán competir en interés con la chica rubia.
Una postal de nuestro paso a la adolescencia.
Un abrazo y suerte.
Qué bien contada la transición a la adolescencia a través de los juguetes olvidados.
Suerte, Patricia. Besos.