JUN59. EL PEINE DEL ALEMÁN, de Miguel Pereira Rodrigo
Había vuelto a desayunar leche con galletas. Cuando comía no hablaba. Al terminar empezó a canturrear la canción de Mambrú mientras recogía el plato y el vaso e intentaba llevarlos indemnes a la cocina. Al llegar, ella limpiaba azarosamente una olla del día anterior; se detuvo y le dio un beso en la frente. Sin embargo él ya estaba, con una sonrisa de oreja a oreja, pensando en Don Elías, su maestro, y lo que les tendría preparado… se le vino a la cabeza Julia con sus largas trenzas y su mirada pícara endulzándole la mañana. Con la canción en la boca se dirigió a la entrada donde su madre le dejaba la mochila pero antes, en medio del largo pasillo, entró como acostumbraba en el servicio para peinarse guiado por una certeza: a Julia le gustaban los chicos con la raya en el medio. Una vez allí, frente al espejo, su rostro lleno de luz cambió como el viento. Se topó con un hombre mayor, sin pelo, en cuyo semblante, rico en arrugas, se refugiaba una mirada perdida y de la mano, como si fuera un apéndice de su añejo cuerpo, salía un inquieto peine.
El tiempo suele ser un destino que siempre desilusiona como viaje. Muy chulo tu relato, Miguel.
Supongo que hay cosas a las que no podemos (aunque queramos) renunciar.Me alegra que te haya gustado.
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Pues a mí también me gustó.
Pues a mí también me gustó.
Hola, Miguel!
Enhorabuena por tu relato… sencillo, directo, con un toque naif o infantil, como el regreso (o permanencia, quién sabe) a esa época por parte del protagonista, entrañable, por otra parte. Qué nítido se ve el pasado (nombres, imágenes…) cuando se pierde el presente, verdad???
Dejas en el aire quién es «ella»… eso ya otorga cierta duda al relato…
Alemán por la referencia al Alzeheimer, no???
Y muy buena relación establecida con añejo y «anejo»- «apéndice», no sé si buscada o no, pero a mí me lo ha parecido.
Me ha gustado mucho!!
Saludos
Marta
Muchas gracias Marta. La verdad es que me alegra ver como con tu disección muestras los entresijos de un microrrelato, hasta el punto de descubrir algún que otro lunar que su padre desconocía.
Eso sí, lo del gentilicio no es fortuito.
Una perta.
Buen relato.
Bien hilado y un final excelente. Felicidades.
Antonia
me entro un escalofrió con este final… marta puso el dedo en la llaga: este temor a padecer Alzeimer…
…es que a menudo los recuerdos de la infancia y adolescencia se nos hacen mas reales que los actuales…
a pesar de la edad uno se «cuenta cosas»… lo malo es que al rato te puedes dar cuenta que «cuentos son» que ya hay muy pocas posibilidades de volverse a enamorar y vivir estas primicias del encuentro…
El escalofrío bien merece la pena las dos vueltas dadas al relato original.
Creo que el amor puede surgir en cualquier momento y la dureza de esta enfermedad, una vez avanzada, recae sobre todo en la pareja (si la hubiese) y en segundo término en la familia más directa.
Yo, que la he vivido de cerca, creo que con una mirada positiva se pueden evitar los tonos grises. Ante la mirada que busca lo que ha olvidado lo mejor es una sonrisa.
El tema de la enfermedad del olvido es un recurso inagotable y me siento gratamente sorprendida de que hayas sabido utilizarlo desde un punto de vista tan tierno y claro. Felicidades, me ha encantado.
Gracias Susana. Me alegra que te resulte convincente.
El tiempo es muy relativo, incluso para el olvido. Suerte.
me gusto mucho tu respuesta a Marta:
» La verdad es que me alegra ver como con tu disección muestras los entresijos de un microrrelato, hasta el punto de descubrir algún que otro lunar que su padre desconocía.»
cierto que este espacio esta establecido alrededor de la creación literaria pero al azar de los comentarios se dibuja una red de amistad realmente excepcional…
me ocupe de mi suegra hasta sus 101 años, sin padecer Alzheimer tenia ya la memoria bastante perdida pero nos ha hecho pasar muy buenas ratos en casa con sus olvidos y ocurrencias y, tienes total razón:
«con una mirada positiva se pueden evitar los tonos grises. Ante la mirada que busca lo que ha olvidado lo mejor es una sonrisa.»
Me alegro kistila que te haya gustado. Supongo que cada uno de nosotros dormita siempre abrazada a su razón, aunque casi nunca la razón es compartida. Es un gustazo saber que alguien que lo ha vivido lo ve igual.
Una perta.
A mí me suena al tiempo que vuela. Si giras la cabeza, estás en el colegio todavía. Eres el mismo todo el tiempo. Ayer, hoy y mañana eres el mismo. Los cambios son más evidentes desde fuera.
Un abrazo, Miguel.
La verdad es que tienes toda la razón. Para los de fuera se hace más duro, porque no es lo mismo que dos extraños se busquen en el autobús intentando ser pareja (CASUALIDAD), que uno de la pareja considere al otro un extraño al final del viaje.
Una perta, Miguelángel.