JUN27. ¿DÓNDE ESTÁS, AMOR?, de María Milagros López Fernández
Aquella mañana amaneció como tantas otras. En el estómago aún permanecían revoloteando las emociones del día anterior. La despedida había sido idéntica a otras tantas acaecidas en los últimos años; un túnel, dos coches, un par de horas compartidas y una inevitable bifurcación en el camino
Pero el proceso no había hecho más que comenzar. Primero fue el despliegue de un velo de silencio que parecía frágil y quebradizo, ya había ocurrido antes; no parecía un enemigo peliagudo de combatir. La esperanza y el amor eran muy poderosos. Pero el velo no se rasgó por ninguna parte.
Al contrario, el velo se endurecía más hasta convertirse en un cristal oscuro, rígido e inflexible. Las tentativas para atravesarlo resultaron inútiles y dolorosas. El tiempo transformó el vidrio en muro y la esperanza fue lo único que se quebró.
Con la esperanza hendida construyó un armario amplio donde abrigar las palabras no dichas y las carcajadas mudas; donde clavar los recuerdos engendrados y las nostalgias forjadas; donde instalar los besos embrionarios y las caricias incipientes.
Cuando todo estuvo en orden y apilado, su corazón se sintió libre de maraña y comprobó que, a la vez, había quedado seco, áspero, esquivo y huraño.
Este tipo de amores, son esperas inútiles… por eso está muy bien el título que le das. Bonitamente expresado. ¡Suerte!
Me gusta el buen uso de metáforas y símiles para amueblar la pasión y el despecho. Muy bonita la referencia al túnel y la bifurcación. Suerte.
Cuando el amor que se da solo es físico y sin compromiso, pasa factura a las dos personas. No se entregan ni antes, ni mientras, ni después… y se reseca el alma para otros amores, más auténticos, que pudieran venir.
He echado de menos el sonido del viento.