52. Flores en la puerta de un bar (Pepe Sanchis)
Cuando la mujer de mi hijo, con toda la fuerza de su juventud, sucumbió a esa maldita enfermedad, nadie fue capaz de hacerle comprender que hay circunstancias inevitables, que a su edad era preciso seguir adelante.
He visto su ruina, lenta y progresiva. Días y semanas sin salir de casa. Al final perdió el trabajo. Tras muchos ruegos conseguimos que acudiera a la consulta de una especialista. Todos los esfuerzos resultaron vanos.
Lo peor fueron las pastillas. Y las obsesiones. Porque obsesiva fue la idea de que el dueño del bar de la esquina era su enemigo, que lo miraba mal, que le enviaba gente para que le dieran palizas. Nada era cierto.
Dicen que este hombre lo mató. Que un día reaccionó mal a sus asedios y no pudo soportar sus manías. Qué más da si ahora sigue trabajando, libre, aún pendiente de juicio. Porque yo sé que mi hijo ya estaba muerto, que su pérdida y el desmoronamiento de una vida que creía organizada fueron la semilla de un desgraciado final que se anunciaba desde mucho tiempo atrás.
Cada día seguiré dejando flores rojas en la puerta del bar.
Qué historia Pepe, tan triste y como real y bien contada!! Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
Muchas gracias, Nani, me alegro de que te haya gustado. Abrazos!
Dicen que el tiempo todo lo cura y que no hay mal que cien años dure, pero la pérdida de la persona más importante puede trastocarlo todo, romper un orden que parecía perfecto con una lógica que no se sostiene (nadie debería morir joven), pero con una realidad que es aplastante (nada lo es más que la muerte).
Hay momentos muy duros en los que se precisa de una cabeza muy bien amueblada para no perderla. Desde fuera es fácil pensar que algo así no podría sucedernos, el mérito reside en ponerse en el lugar del afectado, como este padre, con gran objetividad, ha hecho con su hijo, sin ensañarse en absoluto con su supuesto asesino, en realidad otra víctima de una cabeza que había dejado de funcionar tras perder toda ilusión.
Decadencia, drama y psicología se dan cita con intensidad en este relato, con esas flores, que imaginamos rojas, como homenaje a un difunto que había dejado de vivir mucho tiempo atrás, con el alma rota
Me alegra seguir leyéndote
Un abrazo, Pepe. Suerte
ángel, encantado de recibir tu comentario tan amable y comprobar que has diseccionado a la perfección la historia. Muchas gracias y un fuerte abrazo!
Cuando se sufre una pérdida tan grande como la que le ocurre al protagonista es muy difícil de superar. En este caso, enferma su mente y arrastra su vida hasta el fondo de un pozo del que ya no puede escapar. La mente, esa gran desconocida…
Terrible historia contada con maestría. ¡Enhorabuena, Pepe! ¡Mucha suerte!
Besos.