MAY87. PRIMERA PRIMAVERA, de Juan Luis Blanco Aristondo
Las rosas rojas le trajeron a la memoria sus labios, el primer beso bajo la ventisca y las brasas a medio apagar en la chimenea la mañana siguiente a su primer encuentro. Las rosas blancas le recordaron su sonrisa, su amplia y luminosa sonrisa mientras escalaba las laderas heladas de las montañas. No recordaba haber visto tantas flores en muchos años. Desde que la rescató de aquel telesilla, habían cruzado cinco veces el Atlántico, encadenando el invierno septentrional y el austral, alargando así las temporadas de trabajo en las pistas de esquí. Ella lo acompañaba, subía montañas, tomaba fotografías y escribía poemas. Ahorraron diez inviernos para poder disfrutar de aquella primavera en Uruguay. Su primera primavera juntos.
Las rosas rojas volvieron a traerle a la memoria el helicóptero y aquel anorak medio hundido en la avalancha. Las blancas, las láminas de nieve húmeda que, bajo su peso, se desmoronaron provocando el alud. Aquella fue la primera vez que le regaló flores. Ella, encadenada para siempre a aquellos tubos, a aquella máquina silenciosa de prolongar agonías, nunca tendría ocasión de darle las gracias. Afuera, la primavera salpicaba las fachadas y sonreía, como cada año, a los demás.
Muy, muy bonito. Precioso.
Gracias 🙂
Muy buen relato. Te veo entre los ganadores, de cualquier manera redondo.
En otro aspecto, debiéramos hacer todo lo hermoso antes de que
se quede en deseo.
Gracias Antonia. Tienes razón, a veces esperamos a que el futuro nos diga cuándo, y mientras tanto, nos empeñamos en dejar pasar ocasiones…