85. Escrito en el cielo
De Cuatro Vientos a Mar de Cristal. Seis días a la semana, catorce estaciones y cuarenta somnolientos minutos.
Hace un mes se agotó la pila del despertador. Sin cafeína y mal peinado me sumé a la riada nerviosa y apresurada de la multitud.
Entré al vagón de un salto y me senté frente a ti. Gafas redondas, pelo ondulado, sonrisa ensimismada… Tras verlo advertí que solo tú llevabas uno, también un lápiz. Subrayabas, tomabas notas y de cuando en cuando alzabas la mirada para comprobar por dónde íbamos.
Al llegar le pregunté a doña Luisa si podía cambiar el horario, empezaría media hora más tarde y, por supuesto, prolongaría la salida. “¡Perfecto, vendrás más espabilao!”, exclamó.
Hoy repites de nuevo, Wislawa. Yo, Ángel. Intento adivinar: “Si alguna duda subsiste, la disipa el viento”. En el mío: “Estoy aquí, donde yo siempre estuve”.
Espero a que salgas, avanzo deprisa y te adelanto. Al emerger a la superficie la visión es impactante, un rojo de mil tonalidades se refleja en las nubes, muy altas, y como sombras chinescas perfila tejados y chimeneas. Te paras a mi lado, nuestras manos se rozan y juntos observamos la cúpula escarlata.
Nacimiento de una historia entre dos personas. Como diría Coelho: el Universo siempre conspira a favor.
Quizás haya sido el destino o solo una casualidad, lo cierto es que después han necesitado ayuda. Insignes poetas, San Valentín, el cielo de Madrid o incluso doña Luisa han tenido que dar un pequeño empujoncito a esta pareja.
Gracias por tu comentario, Manuela. Saludos.