29. Residuos
Miren aquellas alas allí amontonadas. Las llevaban puestas otros cientos de personas que aterrizaron en la orilla, lo vi con mis propios ojos. «Buscar trabajo. Prisa», apenas les entendí chapurrear a varios de ellos. Y ahí están apiladas como si fueran basura. O ¿ven aquellos zapatones de color verde que aún flotan en el mar? Son solo algunos de los que abandonaron los payasos que llegaron caminando sobre las aguas. Que los dejaban para entretener a los niños, pusieron como excusa. Que no, que ya estamos hartos, que los que limpiamos las playas somos nosotros, unos mandados, así que ni cartagineses ni qué ocho cuartos, recojan sus lanzas y escudos, vuelvan a los barquitos de época que les han traído aquí y váyanse a levantar el imperio púnico a otra parte.
Hombre Lorenzo, ¡qué alegría encontrarte!
Me da que estás un poco enfadado con alguien y me da que son personas de paso las que te han hecho ponerte así. ¿Hablas del Mediterráneo? ¿y más concretamente de alguna zona que está hecha una pena?
Igual me estoy equivocando de parte a parte, pero eso es lo que ha inspirado tu relato, que está escrito en clave de contaminación hídrica.
Bueno, Lorenzo, como te decía al principio, me alegro de verte por aquí.
Feliz noche ventosísima en el Mediterráneo, dicho sea de paso.
Haga lo que haga, el ser humano deja huella, demasiada. En la época actual, de superpoblación y consumismo, la invasión de residuos ha llegado a convertirse en un problema de difícil resolución, aunque no es nuevo. Es lógico que a quienes les toca intentar limpiar el desaguisado terminen un poco hartos.
Un relato valiente e interesante, situado entre la lírica, el cuento y la denuncia, con alguna dosis de surrealismo, tan diverso como inclasificable y diferente.
Un placer volver a leerte después de bastante tiempo.
Un abrazo, Lorenzo. Suerte