MAY33. SAKURA, de Mei Morán
Cuando pudo por fin hacer las primeras salidas la primavera ya estaba muy avanzada. La vi escudriñando el campo a la búsqueda, en vano, de alguna florecilla. Macilenta y defraudada volvía a casa exhausta.
Un día saqué del bolsillo los billetes y se los puse encima de la almohada. Sus ojos tristes se espabilaron por unos segundos y agradecida me abrazó sin hablar.
El viaje fue oneroso, no hizo más que vomitar. En Tokio los cerezos ya no tenían flores y nos aconsejaron ir a Hokkaido, mil kilómetros más al norte. Al llegar ya no tenía fuerza para dar un paso, no comió nada durante tres días. Desde la ventana del hotel divisé una montaña cubierta de un manto rosado y se lo quisé enseñar. Me pareció que su último gesto fue una leve sonrisa. Aunque no sé si llegó a ver la colina florecida.
qué escalofrío, cuánta tristeza, fantástico Mei
Tambi´´en a m´´i se me ha puesto carne de gallina. (perd´´on por los acentos, tengo un virus)
Muy bueno.
Paloma Casado
La floración del cerezo en Japón termina en Hokkaidõ, igual que el cáncer de la protagonista de tu bonito relato.
En Japón el ver las flores es el Hanami y Sakura es la fiesta.
Mei, me encanta tu historia porque coincide en muchas cosas con uno que he hecho sobre la floración del Valle del Jerte en el día de ayer.
Un saludo
A mí también me lo ha recordado, Epífisis. Es lo que tiene Japón y el valle del Jerte extremeño… Aunque tu broche final, Alejandro, es menos tierno: más en tu línea…
Un bonito y triste cuento.
Saludos
El que les den a los japoneses se refiere a las picotas, lista, je, je, je.
Hay que tener un cuidado con vosotras que ya te vale.
EPÍFISIS
En cuento muy emotivo. Muy bueno.
Un saludo.
Me gusta como lo has redactado, es muy suave. Va de menos a más. El final es muy impactante, al tiempo que tierno y triste. Muy buen trabajo. Yrum, un beso