52. Un domingo cualquiera (Pepe Sanchis)
Ese domingo se levantaron tarde. Desayunaron lo que ellos llamaban el desayuno de los domingos. Después, mientras ella guardaba en el frigorífico la mantequilla y la mermelada, él introducía en el lavavajillas los platos, las tazas y los vasos, los cuchillos y las cucharillas.
Subieron al mismo tiempo al dormitorio. Ella se encerró en el baño.
-Voy a lavarme el pelo, cortarme las uñas, ducharme, las cremas… ya sabes.
Él abrió el armario. Se puso un pantalón de chándal, una camiseta y se calzó las deportivas. Salió de casa y recorrió los quinientos metros que les separaban del Mirador. Qué vistas tan maravillas tenían desde allí!. Unos metros antes del final del sendero, se quitó, cuidadoso, las zapatillas. Levantando las piernas pasó al otro lado de la valla de madera y saltó al vacío. Mientras caía, solo pudo observar que el tono verde del agua del mar era el mismo que el del albornoz que llevaba puesto su mujer esa mañana.
A ella la encontraron primero, tendida en la bañera, con los cortes precisos que se había producido. El último objeto que pudo ver mientras tenía consciencia fue aquel albornoz verde que le había regalado su marido.
Inesperado, doloroso. Se queda uno con el corazón encogido y lleno de preguntas. Y qué importantes los pequeños objetos.
Muy bueno, felicidades
Gracias, Luisa, y yo encantado de que te haya gustado.
Tus personajes contaban con lo esencial, pues se tenían a sí mismos, no pasaban hambre y hasta disponían de tiempo libre, pero a veces nada es suficiente y, como dijo alguien, para vivir no solo hacen falta medios, también motivos, de cuya carencia parecían adolecer ambos. Una cosa no se les puede negar: compaginación. Tienen a la vez la misma ocurrencia (fatal y última), al tiempo que comparten la visión de ese albornoz. Eran, sin duda, dos alamas gemelas, hermanadas hasta en los pequeños detalles; algo poco frecuente, pero que no les bastó para aferrarse a la vida.
Un relato que enseña que, de forma natural o premeditada, cualquier cosa puede suceder en cualquier momento, un domingo cualquiera, por ejemplo, que se convierte en especial, pasando de lo cotidiano y festivo a la desesperanza total sin avisar, como si fuese lo más natural del mundo, para descolocar al lector y hacerle recapacitar.
Siempre encantado de leerte, Pepe.
Un abrazo y suerte
Amigo Ángel, eso es lo que he intentado, que bajo la apariencia de un domingo cualquiera se esconda esa desesperanza de la que hablas. Si el relato llega a descolocar un poquito habré logrado mi propósito. Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.
Adivino un matrimonio en el que la odiada pero en ocasiones necesaria rutina ha hecho demasiada mella. Hasta tal punto que ha acabado con la conversación (que ayuda sin duda a encontrar mejoras) dejando espacio únicamente a gestos rutinarios (válgame la repetición), gestos que ayudan a simular normalidad,como un desayuno de domingo en común. Este domingo, el definitivo, nada hacía sospechar el duro final: habían aprendido bien a disfrazar de normalidad el hastío de su matrimonio.
Enhorabuena Pepe, suerte y abrazo.
Muchas gracias, Álvaro, por pasarte por aquí. Efectivamente la rutina que se adivina en este matrimonio ha dado paso a la toma de una decisión extrema. Un abrazo.
Dios quiera que no haya muchos domingos cualquiera en las vidas de las parejas porque desde luego, tu domingo ha sido así como… desolador.
No sé qué podría llevar a una pareja a hacer algo colectivo en solitario. Mucha desesperación y pocos motivos para cortarse las uñas, lavarse el pelo…
Muy pocos motivos para contemplar la preciosa vista…
Bueno, cada micro tiene su visibilidad y sus motivos, deseo que tú estés más alegre de lo que lo es tu escena de derrotismo.
Feliz noche y mucha suerte.
Gracias Mercedes por tu comentario. Hay ocasiones en que empiezas un relato y sin darte cuenta surge un final inesperado, ni siquiera pensado al inicio. Pero la fuerza de la rutina sobre la vida en común también es verdad que puede deparar sorpresas. Tranquila, que estoy en buena forma anímica, incluso con fuerza para imaginar estas historias de desesperanza. Saludos.
Este micro me ha dado que pensar y eso es bueno. ¿Por qué se suicidan? ¿Y separarse? También he pensado en ese baño llenito de cremas que se van a echar a perder:-) y, Pepe, ¿qué significa el albornoz verde en la historia?
Pero sí es cierto que todas las cosas pasan un día cualquiera, muchas cuando el plan era otro.
Un saludo y que cada día cualquiera sea bueno:-)
Muchas gracias Elena, se nota que has leído el relato con mucha atención y planteas preguntas difíciles de contestar. Ya he comentado que a veces comienzas una historia con un propósito y en un momento dado los protagonistas toman sus propias decisiones, escapan al control del propio escritor. El albornoz se puede intercambiar por cualquier objeto cotidiano, que sea una anécdota de la rutina de una vida que ya no tiene sentido para ellos. Y en este caso tenía que ser verde, claro. Muchos saludos.
Pepe, un relato muy bueno. Has envuelto dentro de unas imágenes cotidianas (desayuno, ducha, paseo) la historia de dos suicidios unidos por la visión de ese albornoz verde. Me ha parecido genial la forma en que lo has hecho, ha sido un golpe en todo el estómago.
Mi única duda es saber la causa de esta tragedia. Aunque tal vez aquí nos dejas otra genialidad para que cada uno la imaginemos.
Un abrazo y mucha suerte.
Muchas gracias, Javier, es una satisfacción muy grande saber que te ha gustado. Y efectivamente, creo que es mejor que cada lector se monte su propia historia. Abrazos!
Me ha gustado mucho este relato, Pepe. Lo que empieza siendo una escena cotidiana bien contada termina convirtiéndose sutilmente en una tragedia que deja muchas incógnitas y abre un montón de preguntas que quedan sin respuestas. Un cordial saludo.
Muchas gracias, Alberto, por tu acertado comentario. Saludos!
En tu relato un domingo cualquiera se convierte en una tragedia. ¡Qué difícil resulta a veces llenar el tiempo de ocio cuando el estrés desaparece y no tenemos nada que hacer o decir! Y lo único que nos une es el recuerdo de un albornoz verde.
Me ha gustado mucho, Pepe. Te deseo mucha suerte.
Besos.