65. Inocencia
Ella decía que estaba muy verde. Como las briznas adheridas a la ropa después de rodar por la pradera del río. Era verano, y el tiempo jugaba al balón sobre la hierba, contaba chistes verdes, comía uvas de la parra del patio. En otoño, dejamos de vernos. Y me senté a esperar bajo el álamo hambriento del jardín que vigilaba su ventana. Y las hojas cayeron, y su mejor amiga se sentó a mi lado y me advirtió que ya no la esperase, porque se estuvo viendo con un lechuguino de otro pueblo, y no tuvo cuidado, y se hizo la prueba de la rana, y la rana desovó sobre la mano abierta de su padre, y se marchó de casa con lo puesto y una maleta color primavera.
Yo la esperé un invierno. Volví a la pradera blanca y me dejé caer hasta la orilla del río. Y luego llegó marzo, y supe de las flores de un día, de los labios de menta y las hiedras venenosas del amor. Y su nombre se perdió entre la maleza.
Hace unos días alguien tocó mi espalda. Estás muy verde, me dijo. Tuve que desbrozar un poco los recuerdos.
Pobres almas sensibles, que lo dan todo y terminan sin nada, que esperan en vano, que merecerían alguien a quien querer, a quien harían sentirse como una reina, o un rey, pero a nadie le interesa y solo obtienen indiferencia y vacío. Tu protagonista es, como bien se dice al principio y al final, una persona muy verde, de las que nunca llegan a madurar, propensos a ser enamoradizos, a ir con el corazón y la entrega por delante. Nunca se guían por el raciocinio y jamás aprenderán, acumulando una herida sin cicatrizar tras otra. Algunos lo llamarían inmadurez, tú le has dado un nombre mucho más apropiado en el título.
La historia de un perdedor a quien hay que desear lo mejor, se lo merece. La última frase quizá deje abierto un camino diferente para él, con unos recuerdos reverdecidos y la acogida que buscaba. Los verdes están muy bien ensartados, desde él mismo a la hierba, la pradera, el lechuguino y hasta la rana.
Un abrazo y suerte, Antonio
Muchas gracias, Ángel, por tus amables palabras y la excelente aportación. Los perdedores, como bien apuntas, suelen caer en el olvido, pero también merecen su instante de gloria que, dado el tema, debe ser de un color verde esperanza a la luz de un rayo de sol entre las nubes. Un placer encontrar tu huella en estas letras. Un abrazo.
Antonio, un relato envolvente, emotivo, sutil, dulce, amargo, bello, muy bello, tierno, cálido, duro, frío, estacional, redondo… Un relato lleno de pasado con futuro esperanzador.
Me ha encantado tu «Inocencia».
Demuestras que, en manejar las letras, no estás nada verde 🙂
Un abrazo.
Me quedo encantado con tu descripción del relato, Amparo… mil gracias o más. Sobre tu ingeniosa observación sobre mi manejo de las letras, ya sabes… hacemos lo posible por no maltratarlas 🙂
Gracias de nuevo y un abrazote.
Me gusta la puesta en escena de tu relato, se huele, se siente, se intuye. Esa atmósfera ideal para una historia de amor que pudo ser y puede ser, es lo que más me ha llamado la atención: la has bordado.
Saludos.
Montón de gracias, Paloma… agradezco cada palabra de este comentario tuyo, pero ese …se huele, se siente, se intuye… es que me llega al alma. Me quedo encantado por tus palabras y por tu huella. Un abrazo.
Me encanta!!!
Mil gracias, Mónica! Me alegra mucho que sea así. Un abrazo.