MAY06. LA GUARDIANA DEL JARDÍN, de Carmen Guzmán Ortega
La grava del sendero crepitaba bajo mis pies apenas visibles bajo la tenue luz de la Luna. Un búho me observaba y un sauce reflejaba sus ramas en un charco. El camino se estrechaba a mis costados por ambos setos poblados de enormes flores blancas. Mi primer impulso fue arrancar un ramo, pero algo me decía que estaba prohibido, y durante un rato se estableció dentro de mí una lucha, la eterna batalla entre la curiosidad por lo desconocido y el miedo a los tabúes.
Alargué la mano, decidida a arrancar las flores, cuando de repente, por entre los arbustos apareció una niña de unos cinco años de edad, vestida con una túnica blanca. En sus manitas portaba un gran ramo de flores, como las que yo había intentado robar. La niña me miró entre altanera y tierna.
—Detente, persona mayor– me dijo con su vocecita de plata— tú no puedes arrancar estas flores.
— ¿Y tú sí?
—Yo sí, claro.
— ¿Por qué no puedo yo?
—Podrás, persona mayor, pero antes, debes crecer hasta mi altura.
Uno de los más hermosos.