ABR.109. ME TRAJO ABRIL, de Ana Gómez Quevedo
Mis recuerdos provienen de un lejano mes de Abril.
Por entonces vivía sola en un sitio diminuto y ruidoso lleno de humedades. Apenas podía moverme, mis débiles huesos parecían poder quebrarse con el más leve temblor.
Estaba yo arrugadita como un níspero olvidado en el fondo de un frutero y apenas tenía cuatro pelos, mis encías estaban desiertas y me alimentaba de una miserable y aburrida dieta por sonda.
Lo días se sucedían sin novedad. Hasta que de pronto algo extraño rompió mi monotonía: sentí una pequeña sacudida y las paredes de mi casa se contrajeron. Luego tranquilidad. Al poco tiempo volvió a ocurrir lo mismo. Tuve miedo. Mi ritmo cardíaco aumentó.
De pronto me sentí atraída por una luz que intuían mis ojos casi ciegos y me desplacé hacia ella aprovechando una nueva y extraña contorsión de las paredes de mi hogar.
Atravesé un camino estrecho y sentí un frío espantoso. Mi llanto histérico se apoderó del momento y unos cálidos brazos me envolvieron protegiéndome. Era mi casa por fuera.
Abril me recibió con el tenue sollozo feliz de mi madre, con leche tibia, lluvia pertinaz y flores de interior. Cada abril recuerdo quién soy y de dónde vengo.
Ana, ¡qué bien has explicado un nacimiento!…
¡Enhorabuena!
Muchísimas gracias, de todo corazón.
Ana
Sorprendente, sí. Felicidades.
Muchas gracias Yolanda, me gusta tu calificativo de «sorprendente», es impactante lo que tienen en común nuestra llegada a la vida y nuestra salida de ella.
Ana
Yo como médico nunca hubiera descrito nacer, desde dentro, con esa claridad de sensaciones. Enhorabuena Ana
Ha sido un orgullo para mí leer que he «superado» las cuestiones técnicas de la vida intrauterina.
Muchísimas gracias por el comentario,
Ana
Ana, cuando se lee tu cuento; se nace de nuevo. Suerte y saludos