111. EL FAUNO (Yoya M. Alonso)
Mira al cielo. Instintivamente se sube el cuello de su chaqueta. Una inesperada tormenta de viento abraza el valle. Tiene que darse prisa, amenaza el aguacero. Es ágil a pesar de sus deformes piernas. Cruzará el bosque con poca luz para no ser avistado. Se detiene con asombro ante el espectáculo multicolor que adorna el verde campo; amapolas, flor de malva (de cinco pétalos en forma de corazón), diente de león (cierra los ojos como cuando era niño y pedía un deseo, luego soplaba, pero nunca se cumplía). Les oye de lejos. Los chicos hacen batidas -igual que sus padres- en busca de su bestia, de su trofeo. Él es el suyo. Tiene los pies en el arroyo. Se ve reflejado. Sus orejas son enormes y velludas; dos enormes bultos que asemejan unos cuernos. Sus piernas, son aún más deformes con el movimiento mareante del agua. Les vuelve a oír. Sale corriendo. Mucho. Más que ellos…más que nadie. Lo lleva haciendo desde que se fugó del orfanato. Una malformación congénita hizo de él un ser extraño, diferente. Ya divisa los flecos de musgo sobre el techo de su cueva. Sonríe aliviado. Ya está en casa.
Una malformación hizo de tu personaje un ser marcado por la diferencia, pero no solo fue física, sino integral. Se trata de una criatura que pertenece a otra especie, la de la fantasía, creado por los hombres para intentar explicar los misterios que intuyen en los bosques. Un personaje de leyenda que, aunque inventado, cuesta descartar del todo su realidad.
Un abrazo y suerte, Yoya