ABR.92. LLUVIA DE AQUÍ Y DE ALLÁ, de Fernando Sopeña
De entre todos los momentos inolvidables que viví el tiempo que pase en Colombia, recuerdo los aguaceros que caían sobre la ciudad de Medellín como uno de los más simples y a la vez sorprendentes. Los ciudadanos lejos de guarecerse ante la contundencia del chaparrón cantaban y bailaban bajo la lluvia, empapándose alegres, con la seguridad de que en los cinco minutos siguientes el sol saldría de nuevo secando todo lo que hacia unos instantes estaba pasado por agua. No eran ajenas al diluvio las prostitutas de mi calle, desganadas hasta ese momento, sonrientes y hermosas ahora, con su ropa escasa pegada al cuerpo y su piel dorada recorrida por las gotas, el pelo húmedo brillante bajo el sol reaparecido, aportando una de las imágenes mas eróticas de mi adolescencia. Era entonces cuando los clientes, hasta ese momento perezosos, parecían salir de todos los rincones quizás compartiendo mi erotismo. Lo que no consigo recordar era el dicho que allí empleaban entre risas cómplices para describir este momento pero que a mi me sonaba algo así como “A río revuelto…”.