28. La Blanca
Cuando entra con su Padre a rezar se queda mirando los arcos, como si cada día fuera su primera vez. Siente que a veces le susurran historias que aún no es capaz de descifrar. Cierra los ojos e intenta concentrarse en las brajot. Nunca lo consigue y sus ojos se pierden entre las hojas retorcidas en piedra que envuelven los capiteles.
Su Padre ha intentado inculcarle el hábito, igual que hizo con sus hermanos mayores. Pero con él parece más complicado. Respeta el lugar sagrado del rezo, sabe que allí hay que comportarse, no corre ni juega como otros niños. Se queda quieto, y cuenta y recuenta los pilares para alejar esas historias extrañas que le vienen a la mente.
A veces se aparta del lado de su Padre y pasea mirando arriba, siguiendo la luz del sol que se refleja en el blanco interior. Y su corazón le habla, latiendo entusiasmado en su pecho, por su deseo creciente de narrar todo eso que ronda su imaginación. Pero entre las recias murallas de la ciudad siente que nadie le entendería.
Peleando contra sí mismo por encontrar su kavaná, regresa junto a su Padre. Y recita mecánicamente los salmos ya aprendidos.
Un poquito de aclaración:
KAVANA/ KAVANAH: estado de ánimo, intención que tiene un judío cuando se dedica a la oración o al cumplimiento de una mitzvá, “con todo el corazón”
BRAJÁ (BRAJOT en plural): palabra hebrea cuya traducción es Bendición. Todas las Brajot comienzan del mismo modo “Baruj atá adonai elohenu melej haolam”… (Bendito Eres Tú, D´s nuestro, Rey del Universo), donde se bendicen y reconoce que Hashem está por encima de todo y es quien otorga el milagro de estar vivos.
Existen tres tipos de brajot:
1.Las que se recita previo a una acción benéfica material (como comer o beber).
2.Por el cumplimiento de una mitzvá.
3.De agradecimiento.
Este niño parece destinado a abrazar una vida espiritual. Su padre, al igual que hizo con sus hermanos, piensa que una dedicación estricta en este sentido será lo mejor para él. El pequeño trata de seguir este patrón religioso que se le ofrece, más bien se le impone como única opción, pero no se puede luchar indefinidamente contra la propia naturaleza, su imaginación desbordante y una vocación innata para contar historias no desaparecerán nunca y, de una forma o de otra, deberían abrirse paso en esa existencia tan dirigida y rígida.
Un relato muy trabajado y documentado, en el que se refleja muy bien la inquietud creativa y la necesidad de darle salida, aunque las circunstancias y el ambiente sean los menos propicios, aunque nadie motive a ese muchacho a seguir su propio camino, a alimentar esa inclinación y, posiblemente, ese don. Una historia que invita a pensar cuánto talento puede haberse malogrado por no caer en un lugar favorable para que se desarrolle.
Un abrazo y suerte, Esperanza
Gracias por el análisis, Angel. Siempre ves mucho más que yo en mi propia historia. Y luego la leo con otros ojos. Gracias por eso.
Mucha suerte para ti.
Un abrazo
Le voy a robar las palabras a Ángel, seguro que me perdona, pienso igual que él. Me ha encantado aprender algo nuevo y eso en los relatos vale mucho.
Me alegra leerte Maite. Con eso ya tengo premio 🙂 Y en esta página, desde luego que se aprenden cosas siempre.
Gracias. Besos.
Al final es la historia de una vocación frustrada sepultada por unos hábitos impuestos… Ese chico lleva un escritor dentro uno del que puede que nunca lleguemos a leer nada, y eso es triste como un funeral.
Gran relato y gran historia. Magnífica ambientación.
Felicidades y suerte, Pilar!
Si es que Toledo tiene rincones preciosos, como este para poder escribir mil y un historias. Esta fue cortita, pero puede que salgan más.
A pesar de tanta lluvia y kilómetros, mereció la pena el viaje solo por llegar a la Sinagoga cuando aún no había nadie.
Gracias Salvador
(Me encanta que me hayas cambiado el nombre 😀 Ya tengo futuro pseudónimo)