ABR.80. MAGIA, de Eva García Martín
-La lluvia es mágica – decía siempre mi madre, apresurándose a sacar todas sus macetas a la acera en cuanto las gotas golpeaban el tejadillo.
Yo no estaba tan seguro: Una tarde de lluvia, el cielo se había llevado para siempre a mi hermano y no me gustó nada aquel truco.
Desde entonces, cuando llovía, solía sentarme en el escalón del portal, esperando en silencio que el cielo gris me lo devolviera. A veces pensaba que la supuesta magia de la lluvia haría aparecer en los tiestos de mi madre duendes o hadas a los que poder pedir un deseo y seguía ansiosamente con la mirada el rodar de las gotas sobre hojas y pétalos.
Aquella tarde el cielo me contagió y lloré sin esperanza, conteniendo el impulso de dar patadas a las flores mojadas de las que nunca surgía el hechizo que remediara mi soledad.
Entonces lo oí, muy bajito. Levanté, sorprendido, la cabeza y allí estaba, sentado frente a mí, entre las macetas, mirándome fijamente, como un duendecillo de enormes ojos verdes: Empapado, diminuto, sucio, escuálido, desamparado, frágil… pero sin miedo.
– ¡Miauuuuuuu! –repitió dulcemente. Y supe que la lluvia mágica lo había traído para que se quedara conmigo.
precioso, preciso
Precioso, dulce, amargo, intenso. No puedes leerlo y quedar indiferente, genera empatía.
Felicidades.
Muy bonito, ¡felicidades!.