79. Noches blancas
Entras lentamente en la cama, tiritando, como si te estuvieses metiendo en una bañera de icebergs. Te arrebujas bajo las mantas, te frotas los dedos, abrazas a Lichi, el conejo de felpa al que le falta un ojo, espiras nubes de aliento blanco. Hoy tampoco ha habido beso de buenas noches. Imaginas a mamá recorriendo las calles nevadas con sus tacones puntiagudos, los labios tan rojos, la falda minúscula bajo el abrigo de pieles. Te consuela saber de sus poderes mágicos para soportar el frío, a ti los dientes te castañetean como una taladradora. Y aunque no entiendes por qué se viste así para cazar ladrones y malhechores, rezas para que esta noche logre atrapar a muchos y te despierte por la mañana con el brasero encendido y un tazón de chocolate ardiendo.